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lunes, 24 de enero de 2011

ARNOLD KRUMM-HELLER.-



ARNOLD KRUMM-HELLER HURACOCHA

5. El Martinismo:

"Las vidas de San Martín y de Martínez de Pasqualis me habían dejado preocupado; más aún, cuando supe que el célebre abate católico Levi, el autor del Dogma y ritual de Alta Magia, había sido Martinista.
"Resueltamente escribí al doctor Encausse para saber algo sobre esta orden secreta, el cual en respuesta me recomendó a un doctor Girgois, de Buenos Aires, quien después de llenar las formalidades me inició y me indicó si por alguna duda necesitara un consejo, me dirigiera a un señor Don A... C..., como quien dice, el vecino de la esquina.
"Don Arturo, que así se llama de nombre el señor C..., era de nacionalidad inglesa, había sido jefe de comercio de alta importancia. Era conocido por su rectitud y extrema honradez, y como poseedor de una regular fortuna, ocupaba en compañías mineras, bancarias etc. puestos de presidente, vicepresidente o director; en total un conocido comerciante pero de ocultista me parecía tener tanto como yo de Mandarín chino.
"Me dirigí a su domicilio con casi la certidumbre que aquel señor me daría la dirección de un anónimo suyo, habitante de un barrio apartado, refugiado en una choza humilde de ermitaño, envuelto en una túnica larga, acariciando una barba blanca y venerable.
"Al responder a mi interrogatorio que él era la persona que yo buscaba, sentí deseos de retirarme decepcionado, pues no reunía el Sr. C... el tipo de mis ilusiones; pero no pude realizar mi intento, pues el buen señor dejando a un lado sus libros de comercio me hizo pasar al salón. Pero, ¿qué digo a este hombre? me decía yo, y por primera providencia me le quedé mirando con la boca abierta.
"Conociendo mi turbación y como si leyese mis pensamientos, me sacó del mutismo: "Ud busca a un hombre que pertenece a la Orden de los Martinistas y sus deseos son de aprender la filosofía y los secretos del Ignoto"- "Sí señor, precisamente señor".
"Ese sí señor, precisamente señor, se lo repetí maquinalmente varias veces, pues en mi interior aún no quería abandonar la idea del iniciado, del maestro con túnica larga y barba blanca; pues un hombre con los bigotes a lo Kaiser no me cuadraba como un iniciado del Martinismo (Rama de los Rosa-Cruz poseedores del secreto de la piedra filosofal, que transmutan el plomo en oro), ocupado en cotizar acciones de bolsa; me era lo mismo que ver a un arzobispo repartir programas de la corrida de toros.
"Poco a poco volví en mí, gracias a que el modo de expresarse del Sr. C... me hizo tomar confianza, y sin sentir entablamos una conversación sobre ciencias transcendentales. Mi asombro iba creciendo por momentos al descubrir en el Sr. C... un maestro de profundísimos conocimientos.
"En menos de media hora me había explicado mucho de lo que antes no me había dado cuenta. Sentí deseos de besarle la mano al despedirme, y en la calle repetía: "El hábito no hace al monje".
"Como galantemente me había ofrecido su casa, a las pocas noches fui a verle. En su salón encontré reunidos a varios conocidos que nunca me habían hablado de él.
"La conversación versaba sobre los Mahatmas, unos grandes maestros que vivían en la cima de los Himalayas, pero que desprendiéndose de su cuerpo material se aparecían en forma vaporosa al llamado del adepto iniciado.
"Después que unos habían negado el hecho, otros lo habían ridiculizado y el resto dado por probable o posible la existencia de estos seres, el maestro pues así llamaremos al Sr. C... desde ahora, coge una espada, traza en el centro de la pieza el Pentaclo de Salomón (de que hace uso Goethe en el Fausto), pronuncia una fórmula, para nosotros incomprensible, y nos ruega formar una cadena tomándonos de las manos.
"Apenas lo habíamos hecho cuando sentimos una detonación en la pieza vecina, como una especie de explosión de aire; la puerta gira sola sobre sus goznes como empujada por manos invisibles... en el centro de la sala vemos de frente a un fantasma; un ser vaporoso, pero compacto, avanza hasta tocarnos. Los pelos se me erizaban de punta y si no es por el temor de aparecer como miedoso me desmayo.
"A pesar del miedo inusitado, me sentía feliz al palpar por primera vez una materialización perfecta de un maestro de lo invisible. En mi corazón se levantaba un grito de júbilo. Había pertenecido a los débiles que creen sin saber; ya era fuerte: creía sabiendo.
"No tengo la autorización del maestro para escribir todo lo que vimos esa noche y las innumerables noches de muchos años siguientes. Por ese medio traía objetos desde gran distancia, que caían en la pieza sin saber de donde. Las apariciones que pudiesen ser objeto de nuestra ilusión o efecto de hipnotismo o sugestión colectiva, fueron innumerable número de veces fotografiadas sugestionándose la placa fotográfica, lector incrédulo.
"Una de tantas noches, se trataba entre los asistentes a la reunión si acaso todos los hombres tienen cuerpo doble o astral o si aquello era sólo predominio de unos cuantos Himalayenses.
"El maestro coge la espada, y sin más ceremonias de las que estábamos acostumbrados, evoca y nos trae a la pieza a un señor que la mayoría conocíamos. Le dio algunas órdenes, que cumplió al día siguiente como autómata, y estoy seguro que si le hubiese ordenado un asesinato lo habría hecho, estando a muchas leguas de distancia de nosotros.
"Muchos años tuve la dicha de contemplar las maravillas de ese maestro.
"Siguiendo la idea predominante en los espíritas que la difunden sin saber lo que hacen, tenía yo una idea preconcebida en cuanto a las sociedades secretas; yo quería la luz para todo el mundo, nada de monopolio, nada de privilegios.
"Pero al ver que esas sociedades poseían el secreto de evocar el doble etéreo de cualquiera, preguntarle sus secretos más íntimos, sin que al regresar a su cuerpo físico recordara lo acontecido; comprobándose que al lastimar ese cuerpo el daño repercutía sobre el material; al convencerme que de ese modo se podía matar a una persona a distancia y que la víctima amanecía muerta en su lecho, pudiéndose reír el asesino del medico legal, del juez y del Código penal; al cerciorarse, en suma, que las fuerzas de la naturaleza que uno aprende a manejar allí, son al mismo tiempo poderes benéficos para el hombre moral con armas horribles en manos del malvado, comprendí la importancia y la necesidad imperiosa de esas sociedades iniciáticas y que los que se burlan de ellos son necios ignorantes.
Victor Salazar