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martes, 17 de mayo de 2011

Hayumarka, la puerta del misterio Primera Parte Débora Goldstern


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Hayumarka, la puerta del misterio


Primera Parte

Cuando en el 2010 iniciamos después de doce años el periplo andino, la Puerta de Hayumarka, en la región de Puno, fue uno de los destinos obligados y una de nuestras metas principales, al planificar la agenda de Perú. De esta construcción enigmática teníamos recolectado tan solo un informe, publicado en Crónica Subterránea en su oportunidad, que remitía a la experiencia narrada por el investigador chileno, Camilo Valdivieso.

En la búsqueda de datos adicionales acerca de esta misteriosa puerta ciega, como también se la denomina, encontramos que nadie tenía idea del real significado de Hayumarka, cuya arquitectura parecía vincularse con las ruinas ciclópeas ubicadas en Sacsahumán. Una de las preguntas que a esta escritora rondaba, era si esta edificación podía tener una conexión subterránea, sospecha que para quién escribe estaba más que fundada como ya veremos a continuación.

Alejándonos de la leyenda que circula sobre Hayumarka, tramos de buscar alguna vinculación que la historia local parecía negarle. Desgraciadamente durante nuestra visita en situ, los guías nativos fueron incapaces de resolver nuestras dudas. Al parecer Hayumarka se resistía a revelar sus secretos, erigiéndose como un acertijo que el tiempo parecía perpetuar.

Como señalamos la conexión subterránea adquirió sentido al percatarnos que Hayumarka se encontraba al otro lado del Lago Titicaca, en Bolivia, donde sabemos se asentó una de las civilizaciones madres Tiahuanaco. ¿Pero existía algún tipo de relación o tan solo una presunción poco fundada?

Este interrogante solo pudo ser parcialmente dilucidado a nuestro regreso a Buenos Aires, cuando descubrimos en un viejo texto de la investigadora francesa, Simone Waisbard, “Tiahuanaco: diez mil años de enigmas incas”, 1975, lo siguiente:




“El enigma de las chinkanas subterráneas"

Desde la conquista española no hay ningún aymará ni quechua que no crea firmemente que largos chinkanas secretos, unían bajo tierra, al lago Titicaca, cuna de los incas, con Cuzco, la ciudad ombligo del Imperio Tahuantinsuyo. Según la tradición popular, estos túneles saldrían de la Isla del Sol para terminar en el espléndido Coricancha, Templo del Sol de maravillosos jardines poblados de árboles, de pájaros, de animales y de personajes de oro puro, "andeza natural ... ¿Leyenda o realidad? Los arqueólogos peruanos que he consultado, que son los más indicados para saberlo; no quieren ni negarlo ni confirmarlo. Conozco a quiénes han reconocido haber jugado de niños en estos oscuros y peligrosos chinkanas en los que muchos buscadores de oro murieron asfixiados. Otros salieron locos: o mudos de terror. Existen todavía, probablemente intactos, numerosos laberintos escondidos como estos. La mayoría de los conquistadores los mencionaron, Garcilaso de la Vega, usualmente tan mesurado en sus escritos, insiste en su importancia. Cieza de León observó "junto a una muralla muchos agujeros y cuevas subterráneas". Cristóbal de Molina dice que: Manco Cápac pudo haber seguido esta galería subterránea desde la isla de Titicaoa hasta Cuzco. El gran viajero francés Alcide d'Orbigny observó el siglo pasado que "por todas partes se ven entradas subterráneas". ¿Exagera? Su émulo, el sabio austriaco Tschudi describe a su vez "toda la región atravesada por caminos subterráneos que se agrandan en algunos lugares para formar grandes salas cuidadosamente construidas". Parece ser que visitó fragmentos en un lugar a dos leguas de la ciudad muerta. "Todas las entradas están obstruidas", precisa, "y los indios sólo conocen algunas".

Bartolomé Mitre pone mucho énfasis en su descripción. “Al oeste, no lejos del Palacio", cuando él pasó acababan de descubrir "la entrada a una construcción enlosada por todas partes y las losas tenían un espesor de medio metro ... " Sin embargo, Mitre duda en definir. ¿No son más bien de "algún acueducto destinado a llevar agua por derivación de una de las cimas más próximas y elevarla hasta la cumbre del montículo del Akapana o quizá para construir una fuente en el .palacio de Kalasasaya"?

Si se cree a este autor, los tiahuanacos eran "una raza dotada de una rara aptitud para la hidráulica". Se basa para ello en que en las ruinas se encuentran muchas piedras excavadas en forma de tubos que unidos formaban canalizaciones. Mitre insiste en que los indios de las partes alta y baja del Perú son "hidráulicos por instinto". "Con los medios más primitivos", dice, "conducen agua a través de las montañas, calculando a simple vista la inclinación necesaria, midiendo con el pie el volumen cúbico de agua corriente en un tiempo determinado ... Varias veces, indica, al viajar de noche, el indio que me servía de guía me decía la hora exacta únicamente viendo la cantidad de agua que corría por el badén".

Esta ciencia hidráulica efectivamente la poseían los incas. Los descubrimientos de Hiram Bingham en Machu-Pichu, las de Paul Fejos en las tres ciudades desconocidas durante mucho tiempo que están más arriba de la "Ciudad Perdida de los incas", la exploración reciente de Vilcabamba la Vieja hecha por el norteamericano Gene Savoy, han demostrado la maestría perfecta de los ingenieros de Cuzco en el manejo del agua corriente, tanto para fines útiles como decorativos o ceremoniales.

Los incas que heredaron el genio de los tiahuanacos, ¿aprendieron también de ellos estos conocimientos hidráulicos? Es casi cierto que el subsuelo de Tiahuanaco por una parte y de Cuzco por la otra, están perforados por misteriosos túneles empedrados.

Los indios de Tiahuanaco dicen que los chinkanas están a un metro bajo tierra y a veces incluso a cuatro por lo menos. Uno de ellos me aseguró que "la gran chinkana del inca que va a lo largo del lago Titicaca, pasa por Puno y por Cacha, donde se detuvo Viracocha antes de llegar a Cuzco". También me contó lo que le había sucedido hacía algún tiempo a un cura de Puno, que se extravió debido a los espejismos traidores que hacen flotar sobre la alta meseta árboles, rebaños, siluetas humanas y lagos inexistentes. El cura creyó oír agua corriente bajo sus pies. Se agachó para escuchar mejor, perdió el equilibrio y cayó. Se golpeó la nuca con una piedra y perdió el sentido. Cuando volvió en sí" comprendió que había caído por el agujero de una losa desprendida disimulado por una capa de tierra dura y costrosa por la sequía. Se encontraba en el fondo de un subterráneo, en una trampa. Pero el agua corría por una atarjea paralela al camino enlosado que barría un viento helado. Si lo seguía ¿podría llegar al aire libre? El infeliz sacerdote rezó para no fracasar marchando así a ciegas y llegar a Cuzco, a cuatrocientos kilómetros por lo menos, como lo pretendían los aymarás. Avanzando a tientas, tropezando con montones de piedras derrumbadas que obstaculizaban el paso, con miedo a la asfixia y a morir enterrado vivo en la chinkana, buscaba los rayos de luz de los ventiladores que se repetían de vez en cuando. Pero muchos estaban obstruidos.

Llegó a un puente pequeño, también subterráneo que pasaba por encima de la atarjea. Una semiclaridad le devolvió la esperanza .... Algunos metros más en la penumbra y chapoteando en el agua, el cura salió ¡a la playa del lago Títicaca!”