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jueves, 18 de noviembre de 2010

EL MANDALA TEMPLARIO DE RIO LOBOS-

CORAZÓN

Rosetón de la ermita de San Bartolomé de UceroEs obvio que la presencia de 10 corazones en el centro del rosetón remarca numéricamente la importancia simbólica del corazón. Y dado que el origen de estas celosías son musulmanas y provienen, geográficamente hablando, de Al-Andalus y del arte islámico, nada mejor que acudir a un destacado musulmán, contemporáneo del momento en que se alzó esta iglesia, para acercarnos lo mejor posible al simbolismo posible que nos quisieron transmitir los templarios con estos dos rosetones gemelos.

La mejor referencia es, sin duda, el más importante de los sufíes medievales, Ibn AL ARABÎ, nacido en Murcia en 1165 y fallecido en el año 1240. Henry CORBIN resume la per-cep-ción sufí de Ibn al Arabî acerca del corazón, de esta forma: El corazón ('qalb') en Ibn'Arabî, como en el sufismo en general, es el órgano mediante el cual se produce el verdadero conocimiento, la intuición comprehensiva, la gnosis ('ma' riga') de Dios y de los misterios divinos, en resumen, el órgano de todo lo que puede abarcarse con la denominación de ciencia de lo esotérico ('ilm al-Bâtin')... Por supuesto, se nos recuerda continuamente que lo que estamos considerando no es el órgano de carne y de forma cónica, alojado en el lado izquierdo del pecho -aunque haya una cierta conexión -y cuya modalidad es, en el fondo, ignorada. Hay que pensar aquí en la importancia concedida a esta idea de 'corazón' por los místicos de todos los tiempos y todos los países, místicos, por ejemplo, del cristianismo oriental (la oración del corazón, el carisma de la cardiognosis) o místicos de la India. Se trata de una 'fisiología sutil' elaborada 'a partir de experiencias ascéticas, extáticas y contemplativas` y expresada en lenguaje simbólico.

(...) Resumiendo, esta 'fisiología mística' opera sobre un 'cuerpo sutil' compuesto de órganos corporales. El 'corazón' es para el sufismo uno de los centros de la fisiología mística. Podríamos hablar igualmente aquí de su función 'teándrica', puesto que su suprema visión será la Forma de Dios ('sûrat al-Haqq'), ya que el corazón del gnóstico es el 'ojo', el órgano por el que Dios se conoce a sí mismo, revelándose a sí mismo en las formas de sus epifanías... Es simultáneamente cierto decir que el gnóstico, como Hombre Perfecto, es la sede de la conciencia divina de Dios y que Dios es la sede y la esencia de la conciencia del gnóstico... En resumen, el poder del corazón es un poder o una energía secreta que percibe las realidades divinas por un conocimiento hierofánico sin mezcla de ninguna clase, pues el corazón contiene incluso la Misericordia divina. Cuando el velo se alza, el corazón del gnóstico es como un espejo en el que se refleja la forma microcósmica del Ser divino".

Para Ibn AL ARABÎ, el corazón es la casa de Dios, más noble que la Kaaba, la cual es la representación en la tierra del Trono de Dios. Otro gran maestro sufí, JILI, señala que el corazón "es como la luz eterna y la conciencia sublime revelada en la quintaesencia de los seres creados, a fin de que Dios pueda contemplar al Hombre por este medio; es el Trono de Dios y su templo en el hombre..., es el centro de la conciencia divina y la circunferencia del círculo que todo lo que existe". Asimismo el Corán dice que el corazón del creyente se encuentra entre los dedos del Misericordioso y un haddit pone en boca de Alah esta frase: "el cielo y la tierra no me contienen, pero estoy contenido en el corazón de mi servidor".

La etimología de la palabra "corazón" proviene de la raíz indoeuropea KRD, que significa corazón, pero también, centro, medio, lo que explica su simbolismo tradicional. Así, en el Nuevo Testamento leemos que el Reino de Dios se encuentra en el corazón, mientas que san Clemente de Alejandría decía que Dios es el "corazón del mundo" (Alah es denominado "corazón de corazones y espíritu de espíritus"). Angelus Silesius afirmaba en el siglo XVII que el corazón es el templo y el altar de dios, y que puede contener a dios enteramente, coincidiendo así con el haddit señalado anteriormente.

René GUÉNON, en su obra Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada (SFCS), resume el simbolismo tradicional del corazón indicando que representa el centro del ser integral, a la par que nos recuerda que cada centro espiritual ha sido designado como "Corazón del Mundo". "El corazón es esencialmente un símbolo del centro, ya se trate, por lo demás, del centro de un ser, o, analógicamente, del de un mundo, es decir, en otros términos, ya se coloque uno desde el punto de vista 'microcósmico', ya desde el 'macrocósmico'", afirma. Igualmente reseña que para diversos teólogos medievales el corazón era un símbolo del tabernáculo e incluso del arca de la alianza.

Una de las imágenes más utilizadas en la iconografía del corazón es la de la letra Yod en su interior (de la que hablaremos al referirnos a la capilla Palafox), así como las referencias orientales al éter del corazón.

René GUÉNON nos desvela el simbolismo implícito en ello, que cobra especial importancia para desentrañar este rosetón mandálico de San Bartolomé puesto que los 10 corazones rodean y crean la pentalfa y el pentágono, imágenes de la quintaesencia y del éter: "Lo que reside en el corazón no es, pues, solamente el Éter en el sentido propio del término: en tanto que el corazón es el centro del ser humano considerado en su integridad, y no en su sola modalidad corpórea; lo que está en su centro es el 'alma viviente' la cual contiene en principio todas las posibilidades que se desarrollan en el curso de la existencia individual, como el Éter contiene en principio todas las posibilidades de la manifestación corpórea o sensible (...) Lo que reside en el corazón, desde un primer punto de vista es el elemento etéreo, pero no eso solamente; desde un segundo punto de vista, es el 'alma viviente', pero no es únicamente eso tampoco, pues lo representado en el corazón es esencialmente el punto de contacto del individuo con lo universal o, en otros términos, de lo humano con lo Divino, punto de contacto que se identifica, naturalmente, con el centro mismo de la individualidad (...) Desde un enfoque supraindividual se dice que en corazón reside Brahma mismo, el Principio divino del cual procede y depende enteramente toda existencia y que, desde el interior, penetra, sostiene e ilumina todas las cosas. El éter en el corazón expresa, por tanto, 'el conocimiento del corazón' en su identificación con el 'conocimiento divino' (...) El 'atma' que reside en el corazón no es simplemente el alma individual y humana, sino que es también el 'atma' asboluto e incondicionado, el Espíritu Universal y divino, y uno y otro, en ese punto central, están en un contacto indisoluble, como la frase evangélica: 'Mi Padre y yo somos uno'".

Pero aún hay otro simbolismo vinculado crípticamente al corazón puesto que éste era representado en Egipto por un vaso o una copa que, en el simbolismo geométrico tradicional está expresado por un triángulo con el vértice hacia abajo y la base hacia arriba, e inclusive con dos triángulos que se tocan en el centro por medio de sus vértices. Y el simbolismo del corazón como vaso o copa nos conduce directamente a uno de los símbolos más sacros de la Edad Media: el Santo Grial.

DIEZ

Cinco corazones pequeños y otros cinco grandes están presentes de forma entrelazada en este rosetón del río Lobos. La suma total de ellos nos da la cifra numérica de 10, esto es, de la tetraktys pitagórica que es la suma de los cuatro primeros números, por los que juraban los pitagóricos evocándola así: "Lo juro por el que ha revelado a nuestra alma la tetraktys, en la que se encuentra a la fuente y la raíz de la eterna naturaleza".

El 10 "es el número perfecto que da el conocimiento de uno mismo y del mundo, tanto terreno como divino", para los pitagóricos, según CHEVALIER y GHEERBRANT. Y es el número pitagórico de la generación de todo ser: "Bendícenos, número divino, tú que has engendrado a los dioses y a los hombres. Oh santa, santa Tetraktys, tú que contienes la raíz y la fuente del flujo eterno de la creación".

Asimismo, el 10 "tiene el sentido de la totalidad, del acabamiento, del retorno a la unidad tras el desarrollo del ciclo de los nueve primeros números", señalan CHEVALIER y GHEERBRANT. Además, como doble del cinco, expresa el dualismo del ser.

CIRLOT dice que el diez es el retorno a la unidad en los sistemas decimales. "Símbolo de la realización espiritual, pero también puede expresar la unidad actuando como número par (ambivalencia) o al comienzo de una nueva serie total. En algunas doctrinas, la década simboliza la totalidad del universo, así metafísico como material, pues eleva a la unidad todas las cosas. El diez fue llamado número de la perfección desde el antiguo Oriente, a través de la escuela pitagórica, hasta san Jerónimo", concluye.

El hermenéuta suizo y psicólogo de las profundidades Carl Gustav JUNG, tras estudiar el simbolismo de numerosos textos alquimistas, señala que el 10 representa la cantidad perfecta. Los números que sumados dan 10 (1+2+3+4) son la base numérica del llamado "Axioma de María" de la alquimia. El 1 es la Unidad, pero el 10 es "la unidad en una etapa más alta (...) Aparece como resultado final y en virtud de la conclusión de la Obra. Por tanto, el denarius significa propiamente el Hijo de Dios, aunque los alquimistas lo llamaron filius Philosophorum", simbolizado como "Rebis" o Andrógino. En alquimia, advierte JUNG, es "el punto culminante que no puede ser traspasado, salvo por la llamada multiplicatio".

CINCO, NÚMERO AÚREO, PENTÁLFA Y QUINTAESENCIA

Toda la figura mandálica del rosetón nos conduce a su centro, a ese pentágono con el vértice hacia arriba en el que cabe el hombre con sus extremidades abiertas, expresión del "microcosmos" el cual se halla en relación analógica con el "macrocosmos".

Este pentágono es, a su vez, el centro de los diez corazones y, más directamente, de la estrella de cinco puntas o pentalfa, la cual era el signo de reconocimiento entre los pitagóricos y que debía trazarse en línea contínua.

El hecho de que la pentalfa de río Lobos tenga el vértice principal abajo ha motivado que se hagan especulaciones acerca del carácter maléfico de este rosetón, pero tal hermenéusis desconoce el hecho de que la inversión de los símbolos no siempre presenta un carácter negativo e incluso diabólico. La interpretación del pentáculo con el vértice invertido como símbolo diabólico parte, en el ocultismo contemporáneo, de Eliphas Levi, a finales del siglo XIX, pero el simbolismo global de este rosetón de río Lobos, así como la presencia de la pentalfa invertida como marca de cantería en la sala del tesoro, panda de la iglesia y muro norte del pasillo comprendido entre la cilla y la sala de los conversos en el monasterio de Santa María de Huerta, evidencian por sí mismas que las tésis "diabólicas" de la pentalfa invertida están equivocadas.

Dentro de cualquier pentalfa se puede inscribir la figura del ser humano con las extremidades abiertas (éstas tocan cuatro ángulos y la cabeza el quinto). En el caso de la pentalfa invertida la imagen humana se encuentra cabeza abajo mirando el cielo y no la materialidad terrestre (lo cual es altamente espiritual), imagen invertida que se relaciona, por ejemplo, con muchas figuras humanas invertidas que aparecen en los capiteles del románico así como con la figura del ahorcado, duodécimo arcano mayor del Tarot, que se encuentra suspendido por un pie a una horca. Y todo ello nos conduce a la inversión de valores humanos que adquiere el individuo que encamina decididamente su vida hacia la espiritualidad, abandonando su antigua vida profana y mundana.

El pentagrama, pentalfa o pentáculo de cinco puntas era un símbolo de la salud (curiosamente la virgen venerada en San Bartolomé es la Virgen de la Salud). "El pentagrama significa también el matrimonio, la felicidad, la realización. Los antiguos lo consideraban símbolo de la idea de lo perfecto", afirman CHEVALIER Y GHEERBRANT.

El número 5, y su simbolismo por tanto, es el que rige la parte central de este mandala. Es el número del hombre conceptuado como "microcosmos", el cual queda inscrito en la pentalfa y el pentágono con los brazos y piernas abiertos como hemos dicho. El 5, además, simboliza al Andrógino puesto que contiene a los dos primeros números de la dualidad (el 1 es el de la Unidad, Dios, el Principio), pues 2 (femenino) + 3 (masculino) da 5. "Es signo de unión, número nupcial, dicen los pitagóricos; número también del centro, de la armonía y el equilibrio. Será pues la cifra de las hierogamias, el matrimonio del principio celeste y del principio terreno de la madre", concluyen CHEVALIER Y GHEERBRANT. En el Islam es el número predilecto que rige la sacralidad de los actos rituales, por ejemplo.

"Todo está dispuesto según el Número", decía Pitágoras, y hasta el papa Pío XI sacraliza el simbolismo del número cuando afirmaba que "el universo no resplandece de divina belleza de ese modo más que porque una matemática, una divina combinación de los números, rige sus movimientos, pues la Escritura nos dice que Dios lo creó todo 'con número, peso y medida'". Pues bien, el 5, "a través de las especulaciones pitagóricas (número aúreo) pasa a ser, por excelencia, el número del hombre y de la naturaleza viviente, del crecimiento y armonía natural, del movimiento del alma", dice el Tratado de Iconología. Y seguramente la base numérica y geométrica de la que parte la planta y alzado de la ermita de San Bartolomé son el 5 y la pentalfa, o sea, la proporción del número aúreo.

En el arte constructivo, y sobre todo en la masonería, está asociada la pentalfa a las proporciones y, concretamente, al Número de Oro, que es la proporción aúrea que determina "a partir de un punto central que se expande generando un movimiento que progresa indefinidamente describiendo una espiral de crecimiento logarítmico, las proporciones armónicas presentes en todos los organismos vivos", afirma el maestro masón J.C. DAZA. Proporción que Vitrubio mismo ya recomendaba.

Los pitagóricos decían que el número de oro expresaba la belleza inteligible de la mónada: al Gran Arquitecto introduciendo en la materia caótica la idea de simetría, orden, equilibrio y belleza. Igualmente corresponde esta proporción a la que los geómetras llaman "partición de una recta en media y extrema razón". Es el número 1,6180339. Es la proporción existente entre el lado del pentágono y la línea que une los vértices del pentagrama inscrito en él. Esta proporción aurea es el cánon estético de muchas obras de arquitectura y de escultura. "En fin, el número de oro aparece como la forma viva y símbolo del crecimiento, por ello, de forma generalizada, entre los constructores operativos se le conocía como la Divina proporción", recalca J.C. DAZA. Por su parte, Matila C. Ghyka, que ha estudiado en profundidad este número de oro, estima que es el "símbolo abreviado de la forma viva.., de la pulsión, del crecimiento".

Y queda por señalar que la pentalfa y el cinco no son otra cosa, en el plano del simbolismo alquimista, que la quintaesencia o éter ("primero en el orden de desarrollo de la manifestación, pero último en el orden inverso que es el de la reabsorción o del retorno a la homogeneidad primordial", según GUÉNON. Del éter surgen los cuatro elementos, y, de su combinación, el mundo de la manifestación.

MANDALA

Podríamos ahondar también en el simbolismo de las tres arquivoltas y de las estrellas de seis puntas y bolas de la más exterior pero nos excederíamos demasiado en este artículo y creemos que con lo ya dicho queda puesto de manifiesto la profundidad espiritual que tiene este rosetón mandálico.

El mandala es, en la Psicología junguiana, uno de los símbolos más importantes del centro del ser humano, es decir, del Sí-Mismo, de la chispa divina existente en el "corazón" de cada persona. Geométricamente suele estar representado en forma circular y en su interior hay diversas figuras geométricas. "La contemplación de un mandala inspira la serenidad, el sentimiendo de que la vida ha vuelto a encontrar su sentido y orden", señalan a su vez CHEVALIER Y GHEERBRANT.
Su contemplación, interiorizada, conduce al "centro" del Ser y a la gnosis.

ANGEL ALMAZAN