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lunes, 4 de abril de 2011

Miguel Ángel del Puerto - Crónicas desde Shambala.-

Miguel Ángel del Puerto

"Crónicas desde Shambala"

Entrevista Exclusiva

Débora Goldstern©


MIGUEL ÁNGEL DEL PUERTO

La entrevista que hoy presentamos en esta tercera entrega del año, tiene como absoluto protagonista a Miguel Ángel del Puerto. Mi historia con este estudioso se inicia fruto de la “casualidad”, cuando un día buscando algunas referencias sobre el “misterio de los misterios”, me topé involuntariamente con su sitio.

Una lectura rápida sobre el contenido del blog, me hizo ver que no estaba ante el típico divulgador del tema, sino que un iniciado y de exquisita pluma, era el responsable de bellos escritos que invitaban a la reflexión desde un lugar nuevo.

Claro que ignoraba que Crónica Subterránea ya había captado la atención del autor de “Crónicas desde Shambala”. Y es que los "espejos", de vez en cuando, encuentran correspondencia ...

Atienda el lector!



Repasando tu biografía, surge que tenías catorce años cuando diste a luz tu primer artículo sobre el mundo del misterio. Tal precocidad supongo, tiene algún disparador, un origen que me gustaría profundices.

El origen es doble. Por una parte, y casi con seguridad, una innata curiosidad seguramente fomentada por experiencias de la niñez que aún recuerdo con mucha claridad, experiencias que quedaron marcadas a fuego quizá como preguntas que no tenían respuesta en aquél momento y que, aún hoy, a pesar del tiempo transcurrido, solo puedo abordar contemplando la realidad como un estado de cosas del que no está todo, en absoluto, dicho.

Por otra parte, no puedo obviar la influencia de mi padre, quien me hiciera llegar las primeras lecturas paracientíficas y alternativas, en un tiempo en el que lo alternativo y paracientífico en España rozaba lo prohibido. De su mano llegaron a mí, lecturas e imágenes que, hoy en día, se han convertido en clásicos de la literatura de lo paranormal. No fue un investigador, pero sí un inquieto y curioso observador que se alimentó muy especialmente, además, de su sentido del humor.

En la década del 70’te vinculaste con el Centro de Investigación de Ciencias Especiales (CICE), especializado en el estudio de los fenómenos anómalos, pionero en su género dentro de España, y del cual más tarde te convertiste en su director. Contame como fue esa experiencia.

Para mí fue una experiencia desbordante, pues siendo un adolescente mi padre me llevó a un lugar en el que lo inusual, lo esotérico, lo paranormal..., se abordaba con total naturalidad y descaro, sin miedo a pensar y a descubrir. A mi edad, poder conocer a tanto buscador e impregnarme de todo ello fue muy importante, y me aportó un bagaje que considero un verdadero tesoro. Hice grandes y buenos amigos que, en aquél tiempo, tenían edad para ser mis padres. Con ellos compartí experiencias, preguntas, investigaciones, debates..., en definitiva búsquedas.

Fue un tiempo en el que, en un país no acostumbrado a hablar y a debatir porque estaba prohibido, hablar y debatir sobre lo inexplicable, lo trascendente, tenía una repercusión enorme en todos, y primordialmente en mí. Aprendí a conducirme, creo que con bastante acierto, en unos contextos donde la mente ha de estar abierta, pero centrada (algo muy importante), donde tener perspectiva es fundamental, donde las más de las veces lo literal no existe sino que debe ser interpretado. Y, en aquellos tiempos todavía juveniles, compartía espacio con investigadores, poetas, médiums, artistas, yoguis, filósofos...

No te puedes imaginar cuánto aprendí y con qué intensidad vivía aquellos momentos. Y en aquella adolescencia, bañada por la certeza de que lo imposible solo era una palabra que transgredir, me adentré en la aventura de leer y escribir, de buscar e intentar encontrar, asumiendo mis propias investigaciones y provocando mis propias experiencias.

Con el paso de los años, y lógicamente ya de adulto, me convertí en su Director. Y tuve así la oportunidad de ser la cabeza visible de una comunidad de hombres y mujeres que no se contentaban con las explicaciones simples y oficiales, y que estaban convencidos (y por ello buscaban) de que existen fenómenos que no tienen una explicación en el marco del conocimiento científico actual y que podían significar además la prueba de la existencia de un mundo invisible o espiritual, o de formas de vida foráneas o, en cualquier caso, desconocidas. Hombres y mujeres que habían comprendido o experimentado que la mente humana tiene potencialidades que parecen vulnerar las leyes físicas, que el ser humano parece estar compuesto de elementos que, con mucho, lo definen como no exclusivamente físico, que el fenómeno de la vida debe ser una generalidad en el universo...

Hombres y mujeres, muchos de ellos, que habían vivido en propia carne lo paranormal. Y así, los amigos y compañeros de CICE se organizaban en grupos de trabajo, en cuyo marco desarrollaban experiencias e investigaciones: Parapsicología, Ocultismo, Ufología, Acupuntura, Yoga..., que se divulgaban en prensa escrita, radio y conferencias.

Mis años en CICE son un verdadero tesoro.


Leyendo tu blog me identifica mucho tu abordaje acerca del fenómeno ufo, al cual asocias dentro de un contexto espiritual. Digamos que tu postura se acerca más a la visión esotérica-ocultista, mirada, que a los ufólogos tradicionalistas parece no agradarles mucho. ¿Coincidís?

Para mí el fenómeno ovni es el fenómeno de fenómenos. Pero estoy convencido de que el fenómeno ovni (la experiencia ovni) no puede ser interpretado de manera literal. En multitud de ocasiones, podríamos estar observando un fenómeno que atiende a razones o motivaciones que no pueden ser interpretadas de forma simple (aún hablando de la hipótesis extraterrestre). Aún así, asumiéndola, el fenómeno debe ser abordado teniendo en cuenta aspectos vinculados a la conciencia, al origen del hombre y a su destino final. Y, a pesar de ello, todavía contemplamos fenómenos que con dificultad podemos asumir como expresión de una forma de vida que se desplaza en el interior de vehículos aéreos, pues a veces el fenómeno se comporta como si, en sí mismo, se tratara de algún tipo de forma de vida energética y aérea que, a nuestros ojos, y a falta de un marco de referencia que lo contemple, interpretamos como naves extraterrestres (sencillamente porque más allá de las aves y de nuestra aeronáutica no conocemos otra cosa que vuele y que tenga un componente inteligente).

Creo que una parte importante del fenómeno está diseñado para modificar la conciencia, y parece corresponder con algún tipo de metalenguaje destinado a entablar una cierta forma de comunicación, y a algún nivel, con el psiquismo colectivo de la humanidad. Y, por otra parte, es capaz de personalizar de manera extrema con el individuo que se aproxima a él mediante su estudio e investigación.

Por lo tanto, el fenómeno ovni es un acontecimiento digamos generacional pero, a la vez, tremendamente personal. Y que roza, por demás, lo dimensional, como si realmente estuviéramos ante un fenómeno que proviene de un continuo espacio-temporal alternativo o diferente.

Quizá fenómeno ovni y ser humano, a un cierto nivel, sean lo mismo. Quizá tengamos orígenes similares o el mismo origen. Quizá compartamos ancestros. Quizá “ellos” llegaron aquí antes que nosotros. Quizá todavía no nos entienden o intentan aún comunicarse con nosotros sin mucho éxito. Quizá tengan la misma dificultad para interpretarnos que la que nosotros tenemos para interpretarlos a “ellos”.

No sé si esta visión puede definirse como espiritual, pero pretende abordar al fenómeno siendo consciente de que el fenómeno, como tal, sólo es la punta del iceberg. Y que, contemplar el contexto donde el fenómeno se desenvuelve, nos puede dar claves importantes para comprenderlo, y nosotros formamos parte de ese contexto.

Estoy convencido que el fenómeno ovni es la manifestación de una forma de vida similar a la nuestra pero, a la vez, tremendamente diferente. Una forma de vida capaz de desenvolverse por el espacio-tiempo con una soltura formidable, al punto de migrar de unos espacios a otros y de unos tiempos a otros, como si tuvieran (y así lo creo) un control dimensional extraordinario, quizá porque han conseguido desarrollar una tecnología capaz de ello o porque su propia naturaleza les permite migrar de unos niveles a otros atendiendo a condicionamientos de su física diferentes con respecto a los nuestros, quizá también porque contemplan una visión y experiencia del universo que no es presa de la concepción lineal y progresiva que hemos asumido del fenómeno del tiempo. Una forma de vida que, a otros niveles, está más cerca que nosotros de comprender en su magnitud lo que llamamos Cosmos y lo que significamos dentro de él y con respecto a ese Cosmos. Aunque quizá no todo en el fenómeno ovni pueda o deba atribuirse a formas de vida supraconscientes y avanzadas.

Desde luego, si tomamos al fenómeno en su conjunto como un único fenómeno, tenemos mucho que pensar todavía sobre ello. Si lo tomamos como diferentes fenómenos que quizá se confunden al manifestarse de manera parecida, aún tenemos más que pensar sobre ello. Y mucho me temo que todavía queda mucho para desvelar todos sus misterios. Pero, indudablemente, estamos en ello. Y, antes o después, lo haremos.

Pienso que, en un tiempo lejano, fuimos de algún modo sembrados, modificados, acompañados, dirigidos y dejados posteriormente (y hasta cierto punto) a nuestra suerte, por seres llegados de otras realidades, de otros puntos del universo. Seres que nos diseñaron, en parte, a su imagen y semejanza. Pero no es fácil hilar una concepción protohistórica de los dioses fundadores o inspiradores de las antiguas civilizaciones con la historia moderna de los ovnis. Y caer en la tentación de hacerlo me hace pensar que, evidentemente, nos faltan muchos elementos de juicio para poder definir un modelo del fenómeno que sea capaz de abarcar al mismo en todos los elementos que demuestra tener y con todas las implicaciones que evidencia en los individuos, en la sociedad, y en las creencias.


Hablemos del "misterio de los misterios", Shamabala. Ciertos enigmas no resueltos del pasado de la tierra, así como algunos elementos incomprensibles de la siempre compleja realidad ovni, tienen a este enclave invisible como uno de sus puntos centrales. El tema sin embargo, parece prestarse a confusión, puesto que muchos buscadores interesados en éste enigma, parecen obviar la iniciación esotérica, como una de las formas de acercarse a sus dominios. En lo personal siento que sin el desarrollo de esa cualidad, el buscador se pierde en el siempre fangoso “mundo intraterreno”, lo cual deriva en el contactismo peligroso, muy lejos de la verdadera realidad de Shambala. ¿Cuál es tu posición?

Creo que la percepción y la experiencia de Shambala (Shambalá la llaman los tibetanos) está ligada profundamente a una experiencia de la conciencia, del ser interno, capaz de vislumbrar a veces y plegar otras la realidad, de tal manera que permite el acceso a lugares físicamente existentes pero enmarcados en contextos espaciales diferentes. Así que, desde luego, sin pretender aportarle un aire de mayor misterio o de exclusividad, creo que la percepción y la experiencia de Shambala está ligada de una forma energética, espiritual si se quiere definir así, a la Conciencia. Como si esta, a un cierto nivel, tuviera la cualidad de sintonizar con frecuencias de la realidad, del universo que compartimos; y así percibirlas o penetrar en ellas. Y para poder sintonizar el dial de la conciencia es necesario generar un nivel de conciencia. Y esto conlleva un trabajo energético vinculado al Ser.

Evidentemente para mí, Shambala ha de tener correspondencias en lo físico, y existen lugares en el mundo vinculados a ella energéticamente. Y este factor es el que vincula consecuentemente el lugar físico con Shambala, es decir, lo energético. Pero desde luego, entendiendo sobre todo que la percepción es fruto de un aprendizaje, a tenor de unos instrumentos sensoriales limitados, la percepción se puede ampliar, se puede modificar. Pero desde luego, hay percepciones y experiencias que solo son consecuencia de un estado mejorado de la conciencia. Y el acceso a Shambala es uno de ellos.

Creo que tenemos elementos en nosotros mismos que nos permiten poner en marcha potencialidades inherentes a la naturaleza humana, pero que permanecen adormecidas a la espera de que sean activadas. Y solo pueden activarse movilizando elementos de nuestra naturaleza energética, y de la conciencia, que funcionan de manera automática, ocupándose del sostenimiento integral de nuestra forma física, psíquica y espiritual. Pero que, una vez movilizados, permiten la activación de esas potencialidades. Digamos que vienen a significar el despliegue de nuestra naturaleza en una dimensión superior de la realidad, algo así como la oruga que se convierte en crisálida y posteriormente en mariposa.

Está claro que pienso que debemos desplegar las alas. Y que la experiencia de Shambala sería el producto, en cierta medida, de ese proceso.

Desde hace casi veinte años los círculos de las cosechas vienen liderando titulares en las noticias mundiales, transformándose en uno de los enigmas populares más convocantes. Siempre me pareció un tema menor, que sentía poco aportaba a la siempre cambiante escena del misterio, sin embargo, me llamó la atención un trabajo que tenés publicado en tu blog, “Una experiencia con los círculos de las cosechas”, el cual me sorprendió por sus derivaciones.

Como fenómenos, sin más implicaciones, es decir, como fenómenos puros y duros, existen para mí tres grandes acontecimientos que vienen a definir la historia de lo paranormal.

En primer lugar (por definirlos enmarcados en el tiempo) el fenómeno de las manifestaciones ectoplasmáticas, sucedidas a finales del siglo XIX y principios del XX, en el marco de la mediumnidad.

En segundo lugar, el fenómeno ovni. No creo que ningún fenómeno haya levantado tanta controversia, a la vez que generado tantas expectativas.

Y en tercer lugar, los círculos de las cosechas. La experiencia que describo en el artículo que refieres fue para mí, y de primera mano, una prueba de la autenticidad del fenómeno. Agustín Amaya realizó un complicado diseño, que muchos pudimos ver. Y años después el mismo diseño apareció en los círculos de las cosechas con una exactitud asombrosa, además de otros efectos secundarios que se describen en ese mismo trabajo.

En aquél momento para mí la respuesta fue clara, aunque lógicamente nunca definitiva: sea lo que sea que genera los círculos, está emitiendo una información cifrada como formas geométricas (algunas de un valor arquetípico incuestionable) dirigida a los seres humanos. Y a lo que parece, esta información llega de manera silente, en un plano completamente inconsciente, creo que con el objetivo de aportarnos algo a algún nivel. Agustín Amaya, de manera involuntaria, extrajo esa información simbólica, la elevó al nivel de la conciencia ordinaria. Y años después apareció en los campos de cereales ingleses. O quizá, sencillamente, la extrajo de un mundo arquetípico pero real en el que los símbolos tienen el valor que tienen, y que aún debemos descifrar.

No podemos olvidar ni obviar el valor y sentido de los símbolos, y la importancia de estos en la historia antigua, moderna y contemporánea de la humanidad.

A sabiendas que no todos los círculos de las cosechas son auténticos, defiendo la realidad de un fenómeno que podría igualmente ser la demostración de la existencia de una forma de vida no humana que, además, ha establecido un sistema de comunicación con nosotros utilizando símbolos que generan contenidos, que aportan una energía, y que hacen que esos contenidos sean incorporados en algún nivel de la conciencia.


El año pasado rememoraste tu vista a la ciudadela pétrea andina por excelencia, la inmortal Tiahuanaco situada en Bolivia, viaje que realizaste en 1999. ¿Qué recuerdos te vienen de aquel periplo en tierras sudamericanas?

Para mí fue un sueño hecho realidad. Ten en cuenta que alimenté mi adolescencia entre otros, con los misterios americanos. ¿Cómo podría yo marcharme de este mundo sin sobrevolar las líneas de Nazca, pisar Machu Pichu, tocar con mis manos las piedras de Ica, o visitar Tiahuanaco?.

Tengo recuerdos extraordinarios que me llevan, además, a Lima, a Paracas, a Cusco por supuesto, a Arequipa, a Sacsayhuaman..., a tantos y tantos lugares hermosos, y llenos de misterio. Y a personas entrañables, entre otras, a quienes ya se fueron..., como Javier Cabrera y Rose Marie Paz.

Fue un viaje en el que enlazó todo de magistral manera, sin un defecto, sin un problema. Un viaje en el que solo encontramos buena gente, gente amable, sincera, de corazón grande, con la mano siempre tendida.

De sus gentes me traje un especial y muy buen recuerdo. Y de lo que vi me traje la firme idea de algo que ya sospechaba: del pasado sabemos muy poco, pero nos gusta creer que sabemos mucho quizá porque eso nos ayuda a situarnos en el tiempo y con respecto a lo que significamos en el mundo. Pero la verdad es que no sabemos nada.

Me pregunto cuál es el secreto que se encierra en el Valle del Ingenio y en sus geoglifos de Nazca, en la magistral forma de trabajar la piedra de incas y tiahuanacos, o en las historias de túneles que unen la inigualable Tiahuanaco con el mismo Cusco. Me pregunto quiénes fueron los wiracochas. Y qué misterios esconde el gran lago Titicaca bajo sus aguas, el enigmático jaguar sobre la piedra que es como un cielo a ras del suelo del altiplano.

Años después mi mujer y yo volveríamos a atrevernos con América, pero esta vez nos fuimos a Guatemala, y por dos veces.

Lo dicho: América, una maravilla que todavía tiene que despertar y que, por supuesto, no fue “descubierta” por Colón. Colón solo la promocionó. Digamos que el último en llegar se llevó el mérito inmerecido de ser el primero. Y uno de los lugares (estoy convencido de ello) al que arribaron en el pasado unos singulares visitantes llegados de ese gran mar de los antepasados que significan las estrellas.


En Miguel Ángel del Puerto parecen convivir muchas identidades, que van desde el periodismo, hasta la investigación ufo, así como el escritor de pluma exquisita que invita a la reflexión, sin embargo, quizás la arista más sobresaliente es la de transmisor de mundos olvidados, y realidades invisibles, lo cual te convierten en una verdadera gema dentro del medio. ¿Con cual de estas identidades te sentís más afín?

Todo eso está en mí, en mayor o menor medida. Sin embargo, es cierto que mi certeza en la existencia de esos mundos olvidados y realidades invisibles es importante y quizá se trasluzca de especial manera en mis trabajos, al punto de intentar transmitir o evidenciar su existencia. Creo que una parte importante de lo que el ser humano significa como tal, pero de manera mucho más profunda, tiene que ver con eso, con la existencia no ya en nuestro rededor (que también), o en alguna realidad alternativa (que también), sino en la propia naturaleza profunda del hombre de esas otras dimensiones, realidades, universos.

¿Qué significa el ser humano en el contexto de un universo extremadamente rico no solo en contenidos, acontecimientos, fenómenos..., sino en sentidos? ¿Qué significamos? ¿Qué somos?

Obviamente, como humanos, algo finito y limitado, aunque en constante crecimiento. Pero como seres trascendentes, vestidos de lo humano, somos la puerta a esas otras realidades que, como digo y por otro lado, forman parte de nosotros, viven en nosotros, como nosotros formamos parte de ellas y en ellas vivimos. Pero nuestra percepción es limitada (está constreñida en un rango limitado aunque ampliable), como limitada es la ideación que de la vida y del universo tenemos. Antes o después, sin embargo, comprenderemos, veremos y daremos el salto.

Pregunta final obligada. ¿Qué recomendarías a todos aquellos que se inician en este camino?

Entender que el fenómeno más interesante que podemos investigar no es otro que el de la propia vida que vivimos, los sentidos que encierra, y las causas que la motivan (en su inicio, desarrollo y fin) es una visión que vendría a completar la visión de un mundo repleto de fenómenos paranormales y hechos inexplicables que rompen todo planteamiento lógico o conformista.

Los fenómenos paranormales vienen a significar lo visible de lo invisible, el punto de transgresión de la otra realidad en la nuestra. Y esa perspectiva debemos adquirirla porque, caso contrario, nos quedaremos tan solo en el estudio de efectos generados por causas siempre desconocidas. Obviaremos lo trascendente y creeremos que lo trascendente (si es que siquiera lo intuimos) es lo evidente, lo fenomenológico.

Existe una cierta tendencia a sostener la creencia de que aplicar un excesivo puritanismo a la hora de valorar o estudiar ciertos fenómenos no solo aporta objetividad a un estudio que sin duda debe tenerla, sino credibilidad. Y esto exige descartar la valoración de lo trascendente, básicamente porque es indemostrable y entra en el ámbito de la creencia. Pero lo trascendente, siendo indemostrable es vivenciado, y puede superar por ello el ámbito de la creencia para llegar al de la experiencia. Y, cuando se convierte en experiencia, se convierte sencillamente en un hecho, y adquiere el valor de los hechos.

Desde mi perspectiva, la estimación de lo trascendente (en cuanto a los fenómenos paranormales) es una consecuencia de los mismos. Del mismo modo que la valoración de lo trascendente conlleva consecuentemente asumir el hecho de la existencia de fenómenos generados desde el ámbito de una realidad paralela que funciona con leyes, cuando menos, ligeramente distintas de las que operan en nuestro día a día.

Así que, dicho lo dicho, solo puedo sugerir mente abierta, pensamiento claro, y visión correcta.


MIGUEL ANGEL DEL PUERTO

http://cronicasdesdeshambala.blogspot.com/

INFINITAS GRACIAS!!!

INFINITAS GRACIAS A TI, DEBBIE. HA SIDO UN HONOR Y UN PLACER


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