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lunes, 16 de mayo de 2011

Entrevista a Daniel Meurois-Givaudan: ¿Quiénes eran los Esenios? 1ª parte.-

Preparemonos para el Cambio

...la mayor parte de los esenios eran simplemente personas que intentaban poner en práctica una ética de vida donde la pureza de conciencia y de moral se situaban antes que cualquier otra cosa; donde se aprendía a compartir, a dar.

Daniel Meurois-Givaudan: Titulado por la Facultad de Letras de la Universidad de Lille, Francia, Daniel Meurois es el autor de más de veinte libros, los que - desde 1980 - son leídos exitosamente en el mundo entero. Hasta 1995 en colaboración con Anne Givaudan, ahora solo, Daniel Meurois redacta obras que son verdaderos testimonios sobre, entre otros temas, la aventura de la conciencia humana, la probable pluralidad de los mundos y la concepción holográfica del universo.



ENTREVISTA: ¿QUIÉNES ERAN LOS ESENIOS? 1ª parte

Pierre Abraham: Daniel Meurois, escuchamos hablar del pueblo esenio desde el descubrimiento de los primeros Manuscritos del Mar Muerto… pero ¿quiénes eran exactamente los esenios?

Daniel Meurois-Givaudan: En primer lugar hay que saber de qué punto de vista partimos, ya que hay dos puntos de vista para responder a esa pregunta. En efecto, está el que podemos definir como oficial, el de los historiadores, el de los arqueólogos, el de los teólogos. Además está el segundo punto de vista, el del místico. Este, sin duda, es más el mío. Repasemos rápidamente el primero…

El descubrimiento en 1947 de los Manuscritos del Mar Muerto, en las inmediaciones del monasterio del Qumran, en Israel, se extendió durante un período de cinco o seis años, es decir hasta 1956.
Se descubrieron cerca de 900 manuscritos. Estos textos manuscritos dan testimonio de la existencia hace 2.000 años, incluso más, de una comunidad monástica muy estricta que hoy se considera que formaba una secta del Judaísmo. Se trataba de una agrupación de ascetas, de monjes, de anacoretas, viviendo retirados del mundo en el desierto de Judea a orillas del Mar Muerto. El punto de vista oficial parte de esto, así como de lo que se ha dicho en los escasos escritos del historiador Flavio Josefo. Él fue el primero, y creo que el único, en mencionar a los esenios en los textos de su tiempo.

El origen de los manuscritos del Mar Muerto se sitúa entre el siglo II y el III antes de Jesucristo y se prolonga aproximadamente hasta mediados del primer siglo de nuestra era.
Pasemos al otro punto de vista, el mío, el del místico. Me defino, en efecto, como místico en el sentido en que, desde hace ahora una treintena de años, he experimentado interiormente una percepción particular de los esenios. Esta experimentación se realiza a partir de lo que se llama la lectura de los Anales Akáshicos. Estos Anales constituyen la Memoria del Tiempo. Creo que aquellos que han leído alguno de mis libros saben de qué se trata, así que no abordaremos esta noción hoy. Añadiría sólo que constituye mi herramienta de trabajo, una herramienta que me permite, desde hace tres decenios, leer en el pasado bajo forma de visiones extremadamente precisas y repetidas, ciertos acontecimientos de la Historia y, más especialmente, la realidad de las comunidades esenias de hace dos milenios.

Cuando tenemos la capacidad de ir a buscar en el Tiempo información, nos damos cuenta que existían dos formas de pertenecer a la comunidad esenia. Por un lado estaban los esenios de los monasterios, como el del Qumran, pero la parte esencial del pueblo esenio vivía en pequeños pueblos situados en su mayoría en Galilea. Eran pueblos basados en la ayuda mutua que constituían una verdadera fraternidad imbuida de discreción. El conjunto de esta comunidad observaba un código de vida basado en reglas de pureza física, mental y moral extremadamente importantes. Por otro lado, la noción de propiedad era ajena a los esenios. En sus pueblos, ponían todo en común. También es destacable que los esenios eran muy próximos a la naturaleza y a las fuerzas de la misma. Cada uno tenía su familia, su trabajo, y trabajaba con ardor en el respeto de lo Sagrado de la vida, sometiéndose a las tradiciones generales del Judaísmo del que se consideraban ser miembros “aparte”.

El modo de vida de los esenios de los pueblos era, recuerdo, muy diferente del de los monjes del Qumran, los cuales se caracterizaban por su gran rigidez. Estos eran los ascetas, extremadamente intransigentes, que se ajustaban mucho al código de vida del Levítico, distinguido por sus cientos de prohibiciones y obligaciones. Estos monjes eran personas bastante –hay que decirlo– intolerantes. No es en ellos en los que me he interesado más, sino en aquellos de las comunidades de pueblos.

No obstante, debo añadir que el ideal de estas comunidades que vivían por familias estaba también presente en el monasterio del Krmel, un enorme edificio situado en la cima de la actual ciudad de Haïfa. Desgraciadamente, ya no existen vestigios del mismo. Sobre su antiguo emplazamiento se encuentra en la actualidad un importante templo de la fe Bahaí. Era entre sus muros donde eran instruidos los niños considerados como los más dotados psíquicamente del conjunto de la fraternidad esenia. Este templo era una reputada Escuela cuyo origen se remontaba a la Tradición egipcia de Amenofis III, el padre de Akhenatón. En efecto, los Anales Akáshicos revelan que existía una filiación directa entre los místicos del antiguo Egipto de Akhenatón y los místicos esenios. Es esta filiación la que es fascinante. Se trata de una Tradición cuya fuente primera se pierde en la noche de los tiempos, una Tradición que los iniciados se comunicaban oralmente. Es ella la que esencialmente he evocado a través de mis obras. ¿Por qué? Porque creo que sus herederos esenios son, por su sensibilidad y su percepción de lo Sagrado, los que pueden coincidir más con nosotros hoy día.

P.A.: En efecto, eres conocido por haber escrito varias obras sobre los esenios y sobre el papel de su fraternidad. Pero… ¿cómo te ha llegado a interesar este tema?

D.M.G.: Bien, es lo que he evocado hace unos instantes al repasar rápidamente mi método de trabajo: la lectura de los Anales Akáshicos. He aquí sucintamente cómo ocurre, para aquellos que ignoren todavía de qué se trata…

Hace una treintena de años, descubrí el fenómeno de la salida de la conciencia fuera del cuerpo físico y, en consecuencia, la capacidad que tiene el ser humano de viajar fuera de su cuerpo. No voy a hablar en detalle aquí sobre este tipo de viaje que llamamos globalmente “astral”, sería demasiado largo… podría ser objeto de otro encuentro. Lo menciono en cualquier caso porque es en ese estado de exteriorización de mi alma fuera de mi cuerpo físico en el que me conecto a lo que llamamos la Memoria del Tiempo. Esta Memoria es accesible en un tipo de longitud de onda o de frecuencia vibratoria. Todo lo que es, todo lo que una conciencia vive y experimenta, cualquiera que ésta sea, se graba ahí de manera sistemática. Podríamos decir que la «Memoria del Tiempo» es análoga a un increíble y colosal «disco duro» informático natural en el que se graba hasta el más mínimo acontecimiento de una vida.

Cuando un alma –o si se prefiere, una conciencia– descubre, a través de un cierto trabajo sobre sí misma, la capacidad de conectarse a esa longitud de onda, consigue entrar en la «película» del pasado que constituyen los Anales Akáshicos. Personalmente, es de una forma totalmente involuntaria por la que hace treinta años descubrí este método de trabajo.

Una de las consecuencias de esta experiencia fundamental fue para mí la de la realidad de la reencarnación. Comprendí entonces claramente que había vivido en el seno de una comunidad esenia, exactamente en la época del Cristo. De esta forma fui llevado a investigar en numerosas ocasiones ese pasado y conseguí restablecer conocimientos extremadamente precisos.

De este modo, puedo afirmar hoy que crecí en la comunidad esenia de hace dos mil años y que los recuerdos continuos a los cuales tengo acceso me dan regularmente informaciones sobre la misma. Así, es mi propia vivencia la que me empuja a escribir y a dar testimonio y que hace que, sobre cierto número de puntos, no puedo estar de acuerdo con lo que la Iglesia cristiana nos transmite en relación con la persona de Jesús y su tiempo. En efecto, me parece indiscutible que Jesús era de ascendencia esenia y heredero de una extensa Tradición.
Partiendo de ahí, cada día me doy cuenta algo más de que hay una distorsión importante entre lo que es transmitido por el dogma, por la inmensa mayoría de teólogos-historiadores, y lo que ha podido ocurrir realmente en el contexto preciso de la Palestina de hace dos milenios.


P.A.: Has escrito hasta hoy día una treintena de libros… ¿La temática de los esenios ha inspirado la mayor parte de ellos o sólo algunos?

D.M.G: Solamente algunos de ellos. .. Es cierto que mi trabajo no se limita a investigar la huella de los esenios y el verdadero rostro de Cristo en el tiempo… Sin embargo, es indudable que la sensibilidad de esa búsqueda ha despertado en mí y ha imbuido el conjunto de mi trabajo.
Es inevitable. No se puede ser insensible a una vivencia de esa intensidad y después simplemente pasar a otro tema de reflexión y de testimonio bajo el pretexto de
pensar que ya se ha explorado… No, creo que los Tiempos evangélicos, la persona del Maestro Jesús y la aportación de la Tradición esenia a nuestro mundo todavía no han sido suficientemente exploradas a fondo. Además, ¿alguna vez lo serán bastante? La mirada que intento posar sobre el origen de nuestra era y sobre el Cristianismo solamente intenta responder a las necesidades de esperanza de nuestra época, que está en pérdida total de valores. Un verdadero ideal de vida y de esperanza… eso es lo que falta a la mayor parte de entre nosotros hoy día.

P.A.: ¿Puedes hablarnos del modo de vida de los esenios de los pueblos y decirnos en qué era diferentes esos Esenios unos de otros?

D.M.G.: Los esenios que vivían en comunidades rurales eran muy diferentes de los del Qumran, aunque ellos llevaran también una vida rigurosa entorno a reglas estrictas. Observaban una disciplina de vida acorde en general con la tradición judía de su época pero, al mismo tiempo, vivían de forma marginal porque lo hacían de forma más abierta y flexible, ya que estaban en conexión constante con las fuerzas de la Naturaleza.

Sabemos que el judaísmo es una religión que se caracteriza por cierto número de principios bastante rígidos, en el seno del cual hay que guardar observancia de determinadas leyes. Esto se seguía en los pueblos esenios, pero sus habitantes se sentían totalmente aparte en la medida en que hablaban mucho más libremente de algunos temas. Había entre ellos infinitamente menos tabúes que en el conjunto del pueblo, ya que este se ajustaba a la observancia de la ley, al pie de la letra.
Sin embargo, todo ello y el hecho de que el Maestro Jesús formara parte de su comunidad no significa que los esenios fueran necesariamente iniciados en el sentido en el que se entiende en los medios llamados espiritualistas.
Hoy día se tiene tendencia a idealizar demasiado. En diferentes libros escritos sobre el tema, se les ve a menudo sistemáticamente como una especie de iniciados absolutos.

P.A.: ¿No era así?

D.M.G: Evidentemente, había grandes iniciados entre ellos, verdaderos Maestros de Sabiduría, pero, asumiendo el riesgo de decepcionar a ciertas personas, diría que la mayor parte de los esenios eran simplemente personas que intentaban poner en práctica una ética de vida donde la pureza de conciencia y de moral se situaban antes que cualquier otra cosa; donde se aprendía a compartir, a dar. Algunos se aplicaban en cultivar lo que se llamaba “la voz de leche”, es decir, el arte de la palabra dulce y fluida. Sin embargo, eso no quiere decir que fueran perfectos. Hay que comprender que no bastaba ser esenio para pretender ser un ser de Sabiduría o incluso un iniciado.

La mayor parte de los esenios del campo eran gentes sencillas y analfabetas que, como todo el mundo, expresaban también sus cóleras, sus frustraciones, etc. Constituían una comunidad fascinante porque tenía una apertura de espíritu mucho más allá de la media de la época, pero insisto, no hay que idealizarlos al extremo.

P.A.: ¿Puedes hablarnos de las otras comunidades de aquellos tiempos?

D.M.G.: En primer lugar, hay que saber que el nombre de esenio no era empleado comúnmente en la época. Normalmente, se confundía a los esenios con los nazaritas y con los nazarenos, místicos a los que también se distinguía por llevar vestiduras blancas, los cabellos largos y barba, y por ciertos rituales igualmente.
La mayor parte del tiempo, cuando los esenios aparecían en un lugar se les confundía con los nazarenos o los nazaritas. En realidad, eran extremadamente discretos. Lo que les distinguía mucho de los nazarenos y de los nazaritas era la práctica de cuidados y terapias. Verdaderamente se interesaban mucho por las plantas y por los ungüentos y por todo lo que hoy día llamamos “terapias energéticas”. Volveremos sobre ello más tarde.

Su fraternidad en cuanto tal era relativamente poco conocida, pero se sabía que formaba terapeutas. Paralelamente a esto, los esenios eran más bien temidos por el conjunto de sus contemporáneos porque se tenía la impresión de que manipulaban eso que llamamos magia, es decir, el manejo de las leyes energéticas… con prácticas no siempre muy “claras”. No era ni mucho menos así, pero digamos que ello contribuía a que se mantuvieran aparte, a veces excesivamente. Eso se traducía entre muchos de ellos en un innegable sentimiento de elitismo.
Existía, a pesar de todo, una especie de fluidez entre todas las pequeñas comunidades esenias y el conjunto del pueblo. Esto funcionaba y circulaba bien, pero… los esenios no dejaban de ser gente a la que se señalaba con el dedo. Se les apreciaba por sus talentos, pero se les temía un poco.

P.A.: ¿Debido a su etiqueta de “élite”?

D.M.G.: Muchos de entre ellos se consideraban con toda evidencia como pertenecientes a una élite. No eran percibidos siempre como tales, pero su marginalidad intrigaba, inquietaba y les convertía en seres al margen con todo lo que ello conlleva.

P.A.: ¿Podemos decir, a pesar de todo, que eran iniciados para su tiempo en su contexto?

D.M.G.: Primero haría falta saber qué es un iniciado…

P.A.: Era la siguiente pregunta que iba a hacerte.

D.M.G.: Se puede decir que un iniciado es un ser que está en movimiento, que está en búsqueda consciente y voluntaria de la Sabiduría. Esta Sabiduría supone un conjunto de conocimientos profundos de leyes energéticas de nuestro universo, las que permiten al alma y al corazón abrirse. Esta Sabiduría supone también cierta familiaridad con la anatomía sutil del cuerpo humano y autoriza el contacto con formas de vida diferentes de la terrestre.
Había un número relativamente importante de seres de esta envergadura en la comunidad esenia pero, insisto, sobre todo no hay que generalizar. Seguían siendo una minoría en el seno de su minoría.

A menudo, los más dotados y los más místicos de los esenios pasaban por la Escuela del monasterio del monte Krmel, donde eran sometidos a una disciplina de vida extremadamente exigente, de forma que pudieran desarrollar capacidades psíquicas y, con las mismas, convertirse en seres de servicio.
Lo que se buscaba era la apertura de conciencia. Se decía entonces que aquellos que la manifestaban eran portadores y transmisores del Conocimiento. A ese nivel, está claro que, a pesar de sus especificidades, todos los esenios no debían considerarse, repito, iniciados, ni mucho menos. Como ya he dicho, se hablaba esencialmente de ellos como de los Hermanos de blanco o los Hermanos de la voz de leche.

P.A.: Se dice que Jesús era uno de ellos. Tú mismo lo has afirmado… ¿pero los apóstoles eran esenios? ¿Qué opinas?

D.M.G.: En realidad mi opinión… ¡no es una opinión! Es una vivencia. Por lo que a mí respecta, no puedo decir “Creo que…” o “Pienso que…”, porque la creencia, a mi juicio, no tiene gran valor cuando no está apoyada sobre una vivencia. Aunque pueda parecer algo perentorio, según mi propia vivencia, sí, efectivamente, afirmo que Jesús nació en el seno de una familia esenia. Pasó allí su infancia y después fue instruido en el monasterio del Krmel, del que he hablado. Allí recibió toda la formación básica que recibían aquellos a los que se presentía iban a ser iniciados esenios. Evidentemente, la formación que recibió fue muy particular, adaptada al ser excepcional que era. Podemos decir que fue entre los muros del Krmel cuando Jesús comenzó a construir en sí el Maestro que iba a ser antes de ser habitado plenamente por la Presencia del Cristo.

En ese sentido, fue el resultado de la expresión total del ideal esenio… ¿Hay que decir que la apertura de corazón y de conciencia que manifestó fueron incluso mucho más allá?
Personalmente, mis propios recuerdos a través de los Anales Akáshicos hacen que no pueda hablar de Jesús diciendo simplemente que ha sido el más grande de los Maestros esenios. Quedarme ahí sería demasiado reductivo.

Es fácil concebir que, cuando fue investido por el Espíritu del Cristo, adquirió otra dimensión. Los principios básicos del esenismo como tal, si puedo emplear ese término, explotaron completamente. Fueron pulverizados ya que eran demasiado limitadores. Creo que es sencillo de comprender…
El Cristo no era esenio, invistió un cuerpo esenio, el del Maestro Jesús; es muy diferente.
Como decía antes, los esenios tenían sus limitaciones. Eran seres abiertos, pero había aspectos culturales que no podían dejar atrás.
Su misión principal fue la de preparar a Jesús para ser investido por la conciencia del Cristo. Eran los más aptos para realizar este trabajo sobre un organismo físico y sobre un alma.
Sin embargo, cuando el Maestro Jesús fue investido por la Fuerza del Cristo, no podemos decir que fuera especialmente bien recibido por el conjunto de la comunidad esenia. Más allá de algunos de sus altos responsables, se le percibió en el seno de la misma como un rabino que se tomaba por infinitamente más de lo que era. ¿Por qué? Porque en el contexto mesiánico de la época, Jesús, habitado por el Cristo, proponía con su palabra y su forma de ser una verdadera revolución, no solamente del Judaísmo sino también de las comunidades esenias y de la humanidad.

No era más admisible a sus ojos de lo que lo era para el conjunto del pueblo y sobre todo para los responsables religiosos. ¡Lo perturbaba todo! Cuando se nos dice –creo que está en el Evangelio de Mateo– que el Cristo se hizo expulsar a pedradas y que intentaron precipitarle por un barranco, hay que ser conscientes de que se trata del contexto de un pueblo esenio… Así, eso significa que entre los “dulces esenios” se hizo rechazar “manu militari”. Ahí vemos bien hasta qué punto había empujado las fronteras de lo que podemos llamar esenismo. Su apertura de corazón y su dimensión inconmensurable no podían satisfacerse con la simple aplicación de principios esenios, por muy bellos que estos fueran.
Jesús, como Maestro, era tan esenio como el Cristo era el Cristo, o dicho de otra forma, era universal
. Del mismo modo, está claro que el Buda no era budista, era el Buda, eso es todo.

P.A.: ¿Qué hay de los Apóstoles?

D.M.G.: Muchos lectores me escriben frecuentemente teniendo la impresión de que el Cristo necesariamente había… recolectado, elegido a los apóstoles –más bien a sus discípulos– en la comunidad esenia. Y ¡no es así en absoluto! Había, desde luego, algunos esenios entorno a él, entre los que estaba la persona que fui hace dos mil años, el Simón cuya vida relato en “Memoria de Esenio”, sin embargo, no eran la mayoría.

Juan, el Bautista, como primo de Jesús, provenía de la misma comunidad esenia que él, pero no podemos hablar de él como de un discípulo. La mayor parte de los apóstoles oficiales y no oficiales no eran en absoluto esenios. Eran gente del pueblo. Podemos comprender por qué… Sencillamente porque los esenios estaban demasiado al margen del pueblo para ser próximos a él y, por tanto, para ser creíbles. A partir del momento en el que el Maestro Jesús, habitado por el Cristo, quiso dirigirse a todos, es evidente que no debía elegir por discípulos a seres que ya eran marginados.

Cuando leemos los Evangelios o cuando escuchamos a los sacerdotes por ejemplo, podemos tener la impresión de que Jesús eligió entre la multitud a una u otra persona, diciéndole algo así como “Ven a mí, tú serás mi discípulo…” Esquematizo un poco pero, en cierto modo, tenemos tendencia a creer que fue así como ocurrió. Sí, puede haber algunas personas a las que claramente fue a buscar, pero sobre todo fueron numerosos hombres y mujeres los que acudieron a él espontáneamente, que se agruparon simplemente porque el discurso y el resplandor del Maestro les hablaba… ¡pero no por ello eran esenios! Igualmente, hay que tomar conciencia de que el número de discípulos cambiaba constantemente.

La historia oficial del Cristianismo fijó su número en doce, pero esa cifra es puramente simbólica. En la época, los discípulos nunca tuvieron conciencia del hecho de que se les iba a reducir a “doce apóstoles”. Había varios círculos de discípulos y entre cada uno de ellos hubo quien renunció a seguir su búsqueda. Algunos reaparecían de repente, algo parecido a como podemos imaginar hoy día entorno a una persona que irradie de forma particular. Los amigos van y vienen, los discípulos iban y venían.
Todo ello fue muy fluctuante y extremadamente vivo pero, por volver a la pregunta, no podemos decir que los esenios fueran el núcleo del grupo entorno al Cristo, ¡verdaderamente no!