Posted by Gustavo Fernández en 17-09-2011.-Al Filo de la Realidad.-
Enclavados en las frías montañas del sur argentino, en las provincias de Neuquén y Río Negro, viven grupos de araucanos y mapuches. Hace ya cuatro siglos que pisan esos suelos y han quedado lejos sus orígenes en las costas del Océano Pacífico. Pueblo endurecido en la lucha contra los elementos y asentado en inhóspitos sitios representa el mejor ejemplo de las posibilidades del hombre ante el medio.
La “machi”
Vamos a revisar ciertos aspectos de la cultura araucana. Comencemos por uno de los más importantes personajes de su vida religiosa: la machi (utilizaré el artículo femenino a causa de que generalmente es una mujer la que cumple ese papel aunque hay datos históricos relativos a hombres en esas funciones, si bien son los menos —salvo casos un tanto frecuentes de homosexualidad o hermafroditismo—). La “machi” aúna conocimientos en la farmacopea indígena, poderes adivinatorios y facultades de hechicería. Pero principalmente es la intermediaria con los dioses (recordemos que Buda, refiriéndose a las facultades del yogui, dice que oye sonidos humanos y celestes a la vez. Esta definición cuadraría para la “machi”.)
Así identificada, y especialmente por la última actividad enumerada, puede ser entendida como chamán (término que originalmente se remitía al intermediario con los cielos y los espíritus entre los pueblos del Círculo Polar Ártico, especialmente en la región euroasiática).
Un elemento importante atañe al carácter homosexual del macho y posiblemente al lesbianismo de la machi. Mircea Eliade habla que entre los chukchis de chamanes “transformados en mujeres” que cambian sus ropas y maneras masculinas por femeninas. Señala que hacen esto respondiendo a una orden interior; tal hecho también se registra entre los kanchandales, esquimales asiáticos y koriyakos. En América, además de entre los araucanos, se los rastrea en el Norte, entre los arapahos, cheyennes y utes, entre otros. Un investigador que visita a los araucanos chilenos sesenta años atrás encuentra a un reconocido hermafrodita asumiendo el papel de machi. Por otra parte en todo el mundo hay ejemplos de chamanes epilépticos, enfermos nerviosos y, en general, individuos con rasgos físicos diferenciales.
La parafernalia de la Machi
A través de esta corta descripción de la machi y sus características, ingresamos en el ritual araucano. En una de sus principales ceremonias, la consagración de la machi, aparece un destacado elemento a ella asociado.
Éste es el rewe o escala sagrada; se trata de un tronco de tres metros de altura con una plataforma en su tope, a la que se puede acceder por escalones tallados en el mismo. En la ceremonia, las iniciadas ascienden al “rewe” en un estado de éxtasis inducido, llegan a la plataforma y allí entrarán en contacto con Ngüenechén (dios creador, el “dominador de los hombres”); luego caen desvanecidas. Más tarde contarán su visión del dios. Como final de la iniciación algunos observadores comentan que dos machis viejas hacen un tajo en la lengua de la iniciada[1] y le introducen allí hojas de canela.
¿Por qué nos importa tanto el “rewe”?. Por su simbolismo. Recordemos que M. Eliade piensa que pueblos distribuidos por todo el orbe se rigen por la idea de que el Eje del Mundo pasa por el centro de su hábitat. Una de las representaciones de este eje sería el árbol. Tal cosa ocurre en México, Siberia y otros distantes lugares. También entre los araucanos, donde el Eje del Mundo se representa con el “rewe”. ¿Cómo se difundió entre sitios tan lejanos entre sí esta curiosa leyenda?. Misterio. Y aún más, históricamente la encontramos hasta donde llegan las inferencias arqueológicas, mitológicas y literarias (por ejemplo, en el culto al pilar demostrado en la antigua Creta, la presencia de obeliscos en todas las capitales de todas las civilizaciones, los grandes menhires, la escala de Jacob, la fábula de la enredadera que trepa a los cielos —donde los protagonistas encuentran gigantes, ogros—[2]). Aclaremos que el Eje del Mundo es el medio de comunicación entre la tierra y el cielo, y tal comunicación es la que establece la machi al subir al rewe[3], batiendo frenéticamente su tambor, dentro del cual hay un puñado de piedras entre las que se encuentran algunas verdes, que ya veremos más adelante. Y aquí conviene recordar que René Guénon identifica la rama vertical de la cruz cristiana con el Eje del Mundo.
Piedras mágicas
Uno de los más importantes accesorios de la machi son ciertas piedras de índole mágica. Las hay negras, de origen volcánico (“likan”) y también verdes (“llanka”) o chaquiras (es decir, “cuentas de collar”). La compleja simbología que acompaña a estas piedras está muy distante de ser aclarada. Pero resulta posible tender algunas líneas de investigación. Enumeraré, simplemente a nivel morfológico, otros lugares del planeta en que se ha dado encontrar tales elementos en parecidas circunstancias. Con esto no pretendo más que presentar los materiales tendientes a una futura elucidación del problema. Entre grupos del Caribe, el chamán posee guijarros, cada uno de los cuales representa un espíritu. Igual ocurre en grupos del Alto Amazonas (que estudiara Métraux). Por otra parte, en un trabajo de Eduardo Crivelli se comenta la forma en que un araucano llama al corazón: llankapiuke o “corazón de piedra verde”.
Crivelli llama la atención sobre el hecho de que en el lenguaje esotérico azteca el nombre para el corazón sacrificial era “chalchihuitl” que puede ser traducido como “esmeralda”, “jade”, “piedra preciosa” o “piedra verde”. Recordemos que el dios principal zapoteca era Yostaltepetl, y que su significado era “corazón del pueblo”. Agreguemos que se le representaba con una esmeralda (en esa esmeralda van grabadas un ave y una serpiente, símbolos éstos que requerirían un estudio aparte por su enorme difusión, fundamentalmente entre aztecas, toltecas, totonacas, olmecas, zapotecas, mixtecas, mayas y en los primitivos representantes de la cultura de San Agustín).
René Guénon, al comentar el origen del Santo Grial nos recuerda que, según una leyenda, esa copa habría sido tallada por los ángeles en una esmeralda desprendida de la frente de Lucifer. ¿Lucifer portaba “tilka” [4]?. Dada la sabida identificación esotérica del Grial con Tipheret[5] y ambos con el corazón[6] es que aquí cobran importancia los hechos arriba apuntados.
La difusión que se evidencia a través de la casuística presentada es suficiente para apreciar la magnitud del fenómeno. Tal acumulación sólo puede conducir a una necesidad: la de revisar el pasado de otros pueblos buscando la distribución absoluta de estos temas. Luego vendrán las inferencias. Así, habría que investigar el papel del jade en la antigua simbología china, donde encarna al principio cosmológico masculino y, claro, está presente en la frente de los “dragones celestiales”, reptiles inteligentes a fin de cuentas que provenientes del cielo traen la civilización a los hombres.
Hemos presentado algunos elementos araucanos en su relación con otros sectores del mundo. La primera urgencia sería la comparación con más materiales sudamericanos, pero queda latente una duda. Esta duda atiende a la extraordinaria homogeneidad que en ciertos aspectos tienen pueblos que viven entablando diálogos tan dispares con la naturaleza. Y las únicas conclusiones válidas son: o bien en algún tiempo hubo una Cultura Primigenia con una sabiduría y una religión extendida por todo el mundo, o bien los distintos pueblos y culturas recibieron la misma educación, información o iniciación de una sola fuente inteligente exterior.
Addenda
Hemos hablado del Eje del Mundo y de piedras mágicas. Alguna relación tienen ambos motivos: un sinónimo del Primer Gran Centro del Mundo (el “Ceroseco” incaico, el Ombligo del Mundo, su centro); mientras que ciertas piedras son sagradas, en determinados complejos mágico-religiosos, por estar en el “centro del mundo”. Por otro lado, existe inmensa documentación acerca de monstruos, en general dragones, que custodian el “árbol de la vida” (en este caso sólo símbolo de inmortalidad) y que tienen por ojo una mágica piedra verde.
El “Ngüilatún” se realiza todos los años, desde tiempo inmemorial, en los lugares del Sur donde predominan los descendientes de araucanos. Se trata, en esencia, de una fiesta religiosa donde la traducción del término es “rogativa”. En efecto, la ceremonia consiste en un pedido, ya que los aborígenes solicitan salud para sus hijos y ellos, buenas cosechas, lluvias, etc. Esta fiesta también se conoce con el nombre de “camaruco” (o “kamarikún”) sobre todo en Chubut y Santa Cruz.
Las rogativas se alternan con las danzas, la más conocida de las cuales es el “lonkomeo”, para la que se necesita resistencia, gracia y ritmo, ya que el vaivén de la cabeza es importantísimo. Se trata de una danza pantomímica que suele realizarse con un tocado especial: plumas de avestruz, cascabeles y cola. Los bailarines circulan en torno del rewe, centro de la ceremonia. En la misma se han desterrado viejas costumbres, como la de arrancar el corazón a un caballo o a un toro. Esta fiesta anual, que suele durar cuatro o cinco días, se celebra en Colonia Cushamen, Nahuel Pan, Colonia Epulef y Quichaura (Chubut) y en Aecón Grande y Chasicó (Río Negro). Los caciques suelen invitar a las autoridades locales a presenciar tales ceremonias.
Ahora bien, algunos puntos llaman poderosamente mi atención. El primero, el baile central de estas actividades, en que los danzantes se recubren de plumas, cascabeles y cola, para semejar… una serpiente emplumada, signo estandarte de las civilizaciones de América Central y norte de Sudamérica. Al margen del enigma que constituye la presencia de este símbolo en tan australes tierras, no deja de ser sugestivo que el emblema maya o azteca que muchos relacionan con la cierta visita de extraterrestres a esos territorios en épocas remotas, se halle presente en una festividad donde se sume al “rewe”, una verdadera entrada al cielo en busca de los dioses, y a la presencia de las piedras verdes, expresión de sabiduría y misterio, siempre presente en la frente de dragones (¿extraterrestres?) o en el extremo superior del rewe, para asentar el precedente de que esos guijarros provinieron de “allí”.
¿Meteoritos?. Quizás, si no fuera porque los “meteoritos verdes” son punto menos que desconocidos[7] y además la piedra verde, generalmente de forma oval, está siempre asociada a manifestaciones de tipo divino o cósmico, acompañando algún otro enigma y no en forma independiente.
La simbología, al margen de las hipótesis aquí planteadas a modo de provisoria respuesta, sólo deja sentada una cosa: la entrada al “ngüenechén” (cielo) sólo es posible desde un punto elevado (“rewe”) y por medio de una piedra verde” (“llanka”)[8]. Más aún: sólo por seres (“machis”) de características físicas muy peculiares. Con esto no quiero decir que necesariamente todos los cosmonautas extraterrestres fueran homosexuales, sino que esta distinción psico-fisiológica, indudablemente tan extraña para los aborígenes como esas manifestaciones del cielo, haya sido el medio por el que se quisiera perpetuar esa constante antropológica.
Indudablemente, la relación “machi – serpiente emplumada – rewe – piedra verde – Ngüechén – Ngüillatún, deja demasiados interrogantes que algún día podremos develar.
[1] Esotéricamente tiene un simbolismo ofídico: imita la lengua bífida de las serpientes. Y la serpiente —sobre la que volveremos en este trabajo— es “dadora de conocimiento”, generalmente de origen no terrestre.
[2] E inclusive, entre los antiguos habitantes de Rapa Nui, la Isla de Pascua, que llamaban a su tierra “Te – Pito – Te – Henua”; el “ombligo del mundo”).
[3] Los chamanes altaicos trepan a un abedul, los mayas a un ceibo sagrado.
[4] En sánscrito, marca pintada o de una gema incrustada en imágenes religiosas y seres humanos, ubicada en el entrecejo. Remite al “tercer ojo”.
[5] Sephira del Árbol de la Vida kabbhalístico, es la “copa” que colecta las emanaciones de los sephirot superiores antes de proyectarse en “Malkuth” (la materia).
[6] En otra ocasión estudiaremos la manipulación católica de los antiguos simbolismos herméticos para privar al mundo exotérico de su iluminación. La imagen del “Sagrado Corazón de Jesús” no es más que una hipérbole del Santo Grial.
[7] Pero no así los “ovnis verdes”. Recuerden, sin ir más lejos, el “Project Twinkle” (Proyecto Centelleo) de la Fuerza Aérea de EE.UU. allá por los ’50 exclusivamente dedicado a estudiar los extraños objetos verdes, con conducta inteligente, que aparecían por entonces sobre Nuevo Méjico.
[8] ¿Será otra broma del Arlequín Cósmico (ver Boletín: Actualidad CAI – Nº 1; que el protagonista de uno de los más controvertidos y difundidos casos de encuentros cercanos de Tercer Tipo —que, si no fue verídico, tuvo de todas formas la inexorable consecuencia de vehiculizar el interés y la pasión de muchos hacia la Ovnilogía— se llamara, precisamente, Dionisio Llanca?