Existen numerosos estereotipos en torno a lo que produce el dinero en una persona. Por una parte la ambición está asociada en el imaginario colectivo con la corrupción (“el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” y “el dinero es la raíz de todo mal”, se dice popularmente). Por otra parte hay quienes consideran que la falta de dinero es lo que corrompe a las personas y genera una serie de conductas poco éticas en la persecución de la ilusión monetaria.
Ahora científicos de la Universidad de California en Berkeley han descubierto que son las personas de clase social elevada las que se ajustan más al estereotipo, siendo que el dinero trastorna su moral en mayor medida.
En el estudio se identificaron diferentes grupos de personas, las cuales fueron medidas por su riqueza económica, escolaridad, persuasión religiosa y actitud hacia el dinero. Se les sometió a distintas pruebas, entre ellas un juego de dados en el que los participantes debían de reportar sus propios resultados, pensando que podían ganar dinero y que no estaban siendo vigilados. Las personas de una extracción económica más alta mostraron una mayor tendencia a alterar sus puntajes.
Miembros de otro grupo fueron cuestionados sobre diferentes escenarios hipotéticos en los que se podrían beneficiar de hacer algo poco ético en el trabajo.
Se hizo una prueba también en el tráfico de San Francisco: las personas más acaudaladas fueron las que menos cedieron el paso a los peatones y las que más intentaron rebasar a otros automóviles para ganar lugar en la calle.
El artículo publicado en el Proceedings of the National Academy of Sciences concluye que aquellas personas que provienen de familias más ricas o poderosas tienden a mostrar mayor avaricia, a mentir en una negociación y a hacer trampa.
Este estudio se relaciona con uno anterior en el que se descubrió que las personas de clase alta tiene una menor capacidad para detectar las emociones de las otras personas, sugiriendo que su egoismo les impide generar empatía. Por otro lado, otro estudio sugiere que los niños que saben decir mentiras tiene mayor éxito en sus vidas.
Los autores del estudio creen que los hallazgos podrían explicar lo sucedido con la reciente crisis económica global precipitada por los esquemas de manipulación y especulación financiera en los que los banqueros de Wall Street incurrieron.