Siguiendo investigaciones que venimos desarrollando desde hace varios años, sobre la existencia de “Un mundo subterráneo” y todo lo relacionado con este tema, hoy nos centramos sobre uno de los personajes más relacionado con estos estudios: Juan Moricz; húngaro nacionalizado argentino, llegó a la Argentina en la década del ’50 y luego se marchó al Ecuador para profundizar sus estudios lingüísticos y para hallar, según él, las entradas al mundo intraterreno. Se ha escrito mucho sobre su vida y sus descubrimientos; desde aquí recomendamos tres libros fundamentales: La hora 25 de Constantin Virgil Gheorghiu (en forma de novela), Lírico y Profundo de Guillermo Aguirre, Austerria, los túneles de Agharta en América de Javier Stagnaro y el reciente Historia documentada del descubrimiento de las Cuevas de los Tayos del Doctor Gerardo Peña Matheus.
Pablo Basterrechea, Bettina Allen y Javier Stagnaro |
Conociendo a Moricz
Promediando los años ‘60s enseñaba Yoga en un instituto en las calles Juncal y Junín. Allí, un médico, el doctor Juan Aleandri, al ver que yo hablaba inglés, me ofrece trabajar como secretaria en su Instituto de biopsicosíntesis que él había creado junto con el doctor Cesar Castillo (médicos psiquiatras los dos). El instituto era un lugar que aglutinaba gente de un conocimiento extraordinario; entre ellos estaba Juan Moricz y Juan Leal, que es mi maestro hasta el día de hoy; también se reunía con ellos Pedro Romaniuk. Yo, como secretaria, hacía de traductora cuando venía gente que no hablaba español y traducía todo el material que nos llegaba en idioma inglés.
En esas reuniones, en las que siempre estaba Juan Moricz, se hablaba de túneles subterráneos, ciudades secretas a lo largo de la Cordillera de los Andes, de los montes Altái en Asia. Moricz asociaba como bajaban los túneles por debajo del océano, como reaparecían…Agharta, Shambhala y otras secretas ciudades.
Así conocí a Juan Moricz. Él daba charlas en el instituto y yo tomaba notas. También dio algunas conferencias en la universidad Kenedy sobre los mundos subterráneos. Un día de Julio del año ’67, Juan dice que se va a buscar la entrada del mundo subterráneo en América. Pasaron dos o tres años. Mandaba telegramas y cartas. Con una de ellas envía unas fotos en blanco y negro de unas cuevas, que terminan siendo publicadas por el diario Clarín.
Invitación a Guayaquil
Por un tiempo de alrededor de diez años Bettina no tiene contacto con Juan Moricz, hasta que una noche cenando ella y su pareja, con otra pareja de amigos, uno de ellos le dice que está viviendo en Guayaquil (Ecuador); entonces Bettina les comenta que en esa ciudad vive su amigo y maestro J. Moricz, siendo grande su sorpresa cuando esta persona le dice que Moricz es su amigo y también su vecino y que los había llevado en alguna oportunidad a las cuevas de Los Tayos.
La pareja de amigos invita a Bettina y a su pareja a visitarlos a Guayaquil y volver a ver a Juan Moricz. Después de pasar unos días en New York, deciden aceptar la invitación y viajan a Ecuador, a la casa de sus amigos. Aquí ocurre la graciosa anécdota donde son recibidos en el aeropuerto por un señor bajo y gordito, el presidente de Ecuador, sin que ellos lo sepan.
Era el mes de Septiembre del ’87, fuimos siete personas en dos camionetas Trooper 4x4, entre ellas estaba el antropólogo John Bailey, nieto de la famosa teósofa Alice Bailey (él era muy amigo de Juan) y también nos acompañaba el presidente de Ecuador. En un momento de la travesía sentí que nos estaban siguiendo y le dije Juan: paremos en algún pueblo porque esta camioneta tiene un desperfecto y nos va a dejar por el camino y hay un peligro. Me hizo caso, paramos en un pueblo llamado Lojas y en un taller le dijeron que se podrían haber matado ya que la camioneta tenía roto los frenos; evidentemente en alguna parada anterior le hicieron una jugarreta.
El derrotero hasta llegar a las cuevas fue: Santa Rosa (que es la provincia del oro), ahí almorzamos, Loja, Vilcabamba, kimara ,Zamora, Cumbaratza, Zumbi, cruzamos puentes colgantes, Guadalupe, el rio Pastaza, donde lavamos el oro, luego Nambija o pueblo de los invasores, Zaraguru, Oria, donde pasamos varios derrumbes, Minas a 4000 mts. de altura, Cuenca, la parroquia del padre Turi, Cordeleis, donde los indios hacen filigranas de oro y plata, Guanajuato, que es la capital del durazno, Azogues, Biblián, donde está el santuario de la Virgen de las nubes, ya estábamos subiendo por la Cordillera de Cóndor, luego Cañas, Itaparica, Macas, ya cerca de la cueva. Este fue el recorrido de ida y de vuelta. Nos llevo en total un mes porque estuvimos más o menos una semana lavando oro en los ríos, ocho horas por día. Juan quería saber si teníamos la fiebre del oro. Todo lo que recogíamos en oro del río se lo dábamos a Juan; después él nos daba a cada uno unas pepitas. Quiero aclarar que en cada pueblo, Juan tenía una “avanzada” (paradores) en la selva.
Juan Moricz |
Juan se queda unos cuantos días con ellos, y le explican que dentro de unas cuevas hay una sala donde hay una mesa de piedra con siete sillas y siete puertas, donde las mujeres de los aborígenes Shuaras van a parir a sus hijos, es una sala de partos. Yo no vi esa sala, Juan no nos dejó llegar hasta allí.
Volviendo a su expedición, nos sigue contando Bettina:
Cuando llegamos a las cuevas, bajamos atados con poleas unos 70 0 100 mts. con casco y luz de minero. Juan iba adelante y nosotros lo seguíamos; más adelante llegamos a ver una columna verde de cuarzo, vimos una “pachita”, que es una pequeña pirámide, no muy alta pero más alta que nosotros, y todo alrededor como un anfiteatro con gradas, donde seguramente se hacían ceremonias. Más adelante hay otra habitación donde hay artículos de oro, animalitos, hay un avión como un Concord, elefantes, animales que ya no existen en esa selva, una verdadera obra de arte. Juan los ordenó por animales y por zonas. No se podían tocar. Juan tenía algunos en una vitrina en su casa, en el Malecón. Él decía que estas miniaturas habían sido hechas por una civilización anterior a la atlante, los “Belas”. Tengo una carta donde Juan me dictó lo que los “Belas” le dijeron a él. Estos son seres que habitan actualmente en el segundo nivel de profundidad; a veces salen, a veces dan conferencias y regresan. Tienen apariencia humana y Juan los denominó “Belas” porque tienen la cabeza un poquito más abultada, más ovalada que nosotros. Ellos viven en las cuevas, vienen con un conocimiento muy grande porque tienen 24.000 años de antigüedad, cosa que para los aborígenes shuaras no es nada raro.
Zoltan Czellar
Moricz, Bettina y parte del grupo expedicionario en un parador |
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Otro detalle curioso: Juan nos dijo que si alguno de los que formaban parte de los grupos que él guiaba a las cuevas, sufría algún accidente, él los dejaría debajo de un árbol y pronto aparecerían unos indígenas que primero drogarían a la persona, lo curarían en una ciudad de cúpulas doradas, en la impenetrable selva y luego lo dejarían cerca de algún camino para que sea recogido por alguien. (Este relato nos hace pensar en el Coronel Fawcett y su búsqueda de la ciudad perdida de Z)
Libro Incunable
Bettina nos cuenta sobre un obsequio de Moricz:
Juan me manda un antiguo libro desde Ecuador, que le había servido mucho para sus investigaciones: “Origen de los indios del nuevo mundo” de Fray Gregorio García. Un libro con tapas de cuero que hoy conservo en una caja de seguridad. Juan, en el Malecón, me contaba que todos los tesoros del rey Salomón procedían de la reina de Saba, Makeda; ella viaja de Etiopía al límite de Perú y Ecuador, y allí arma su palacio, donde vive mucho tiempo y donde tiene a su hijo, resultado de de sus relaciones con el rey Salomón, y también desde allí le envía todos los objetos de oro al rey; según Juan, la reina conocía las cuevas y sus tesoros. Todo esto está escrito en este antiguo libro y Juan lo pudo comprobar en sus investigaciones.
Con respecto al hallazgo de Juan en las cuevas, de una inmensa biblioteca de láminas de oro y otros metales, donde se cuenta la historia de las humanidades que habitaron nuestra tierra desde la más remota antigüedad, Bettina nos aclara: Yo creo que Juan nunca sacó las láminas de allí, pero sí lo que hizo fue hacer moldes, que los tenía en el Malecón, donde él las iba traduciendo.
Para llegar a las entradas que conducen a la biblioteca, no solo hay que cruzar un rio, también hay otra entrada que está relacionada con alguna de las muchas piedras que están encajadas de una manera muy especial, tienen un mecanismo que los Shuaras conocían, como lo conocían obviamente los que viven “abajo”. Juan en algún momento, como era relativamente fácil entrar, decide crear un sistema-que yo desconozco, pero sé que es técnico-para que no se encuentre la entrada a la biblioteca de oro (él había estudiado ingeniería en Hungría); También hay que decir que Juan fue iniciado en Siberia por maestros muy preparados.
Otros aspectos de su personalidad: Moricz fue un gran genealogista y especialista en heráldica y también enólogo, experto catador de vinos.
Volvimos a insistir sobre los habitantes del mundo subterráneo:
Roca con incrustaciones de oro del interior de una de las Cueva de Los Tayos |
Muerte de Juan Moricz
No puedo hablar de eso, alguien me comentó ciertas cosas, pero esta persona tampoco está viva. Juan lo encontraron muerto en su habitación, en el mismo departamento donde también tenía su oficina, una mañana, no dijeron cómo. Hay muchas teorías, tampoco se sabe quien se ocupó del cuerpo ni quien sigue con esa oficina donde había libros incunables.
Gracias Bettina.