El barrio de Tottenham vive horas de terror con la quema de edificios y coches patrulla, el saqueo de comercios y 26 policías heridos tras morir un joven en un tiroteo con un agente
Scotland Yard aseguró que una pequeña manifestación pacífica secundada al principio por 120 personas para exigir justicia por la muerte el jueves pasado de Mark Duggan, de 29 años y con cuatro hijos, fue «secuestrada» por un grupo de «vándalos descerebrados», que acabaron convirtiendo el barrio en un escenario de violencia y vandalismo desproporcionados.
Duggan se encontraba armado en un taxi cuando murió en un incidente en el que un policía resultó herido y cuyas circunstancias están siendo investigadas. En principio todo sucedió en una operación contra el tráfico de armas y el joven falleció de un disparo después de haber abierto fuego contra el agente.
La pequeña manifestación de protesta degeneró a última hora del sábado en un estallido de furia fuera de control que convirtió el barrio de Tottenham en «zona de guerra» con lanzamiento de cócteles molotov y quema de edificios y vehículos, entre ellos coches patrulla, un furgón policial y un autobús de dos plantas.
Manifestantes cubiertos con pasamontañas incendiaron un supermercado y una tienda de alfombras y saquearon comercios, cuyos escaparates destrozaron para robar televisores, teléfonos móviles y ropa que se llevaron en carritos de supermercado o maletas. Los Bomberos recibieron 264 llamadas y acudieron a sofocar 49 incendios en el deprimido barrio.
Los autores de los destrozos, en su mayoría adolescentes, extendieron su radio de acción hacia el norte y el oeste de la zona, especialmente a Wood Green, donde levantaron barricadas con contenedores de basura para dificultar el paso de los coches policiales.
Vecinos de la zona se paseaban ayer por las calles acordonadas, «consternados» por esta explosión de vandalismo que ha dejado a personas sin hogar al haber quedado sus viviendas calcinada.
Con el primer ministro británico, David Cameron, de vacaciones en Italia, un portavoz de Downing Street calificó el suceso de «totalmente inaceptable». El Gobierno calificó lo sucedido de intolerable.