Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
El ritual sangriento cíclico de Israel y Gaza siempre suscita dos preguntas: «¿Quién empezó?» y «¿Quién es más grande?»
Aquí estamos otra vez: un asesinato selectivo, represalias, represalias de las represalias. Aquí estamos otra vez. El acto reflejo, la dura retórica, la ceguera. El ejército israelí realiza un asesinato selectivo. Las organizaciones palestinas lo vengan (y son los palestinos quienes instigan a la guerra y el terrorismo). El parlamentario Danny Danon (Likud) ya ha hecho un llamamiento para que «todos los que posean armas en la Franja de Gaza» sean objetos de asesinatos selectivos por el «millón de personas que viven bajo la línea de fuego».
Ese millón de personas, por si no se entiende, son los residentes del sur de Israel. Solamente ellos viven bajo el fuego. En la tarde de ayer se preparaban los cadáveres de 15 palestinos para su entierro al otro lado de la frontera con Gaza. Solo hubo ocho heridos en este lado y el sistema antimisiles Cúpula de Hierro lo atribuyó a la interceptación exitosa de 25 cohetes.
Este ritual cíclico de derramamiento de sangre siempre da lugar a dos preguntas: «¿Quién empezó?» y «Quién es más grande?». Es como si las dos preguntas salieran directamente del patio de juegos de un preescolar. La respuesta a la primera pregunta siempre está sumida en la incertidumbre, mientras que la respuesta a la segunda siempre es incisiva.
¿Quién lo inició? El ejército israelí y el Shin Bet -servicio de seguridad- lo hicieron. Da la impresión de que llevan a cabo los asesinatos cuando quieren, no cuando son necesarios.
¿Y cuándo son necesarios? ¿Recuerdan un debate sobre los asesinatos selectivos en algún momento del pasado remoto? Entonces parecía que los objetivos tenían que ser «bombas de relojería» a punto de explotar. En cualquier caso, esa vaga norma ya no se aplica. En el año 2006, en su última resolución judicial dictada antes de su retiro, el Presidente del Tribunal Supremo Aharon Barak prohibió esos asesinatos cuando se pretendía que fueran «un elemento de disuasión o de castigo».
El último asesinato selectivo fue el de Zuhair al-Qaissi, el secretario general de los Comités de Resistencia Popular de Gaza. Fuentes del ejército israelí dijeron que era el responsable del ataque terrorista en la frontera con Egipto en agosto pasado, lo que convertiría su asesinato en un acto de «disuasión o castigo». Pero para estar en el lado seguro también se señaló que había «conducido y dirigido planes para llevar a cabo un ataque terrorista en Israel, que estaba en sus etapas finales de preparación».
Este confuso anuncio hecho por el portavoz del ejército israelí fue suficiente para que el público aceptara esta última dosis regular de asesinatos selectivos con la automática comprensión y simpatía. ¿Y quién sabe lo que el difunto al-Qaissi había planeado? Sólo el Shin Bet lo sabe, por lo que aceptamos su sentencia de muerte sin preguntas innecesarias.
¿Realmente lideró y condujo planes? ¿Y cuáles son «las etapas finales de preparación»? Los relatores militares lo dijeron, y ellos saben. Incluso la cuestión de la efectividad, ya ni hablar de la legalidad de los asesinatos, no es un tema de debate. ¿Qué beneficio va a traer a Israel, que no sean más heridos y días adicionales de miedo en el sur? ¿Este asesinato selectivo evitó realmente un ataque terrorista? No lo sabremos. Es suficiente con que lo sepan los presentadores de las noticias (y no lo saben. Ellos sólo echan a rodar obedientemente lo que obtienen de los organismos de defensa).
La segunda pregunta «¿Quién es más grande?» es aún más ridícula y superflua, por supuesto. Hablamos del ejército mejor equipado del mundo contra un ejército improvisado de lanzadores de cohetes. Sin embargo, esto hay que demostrárselo a todo el mundo, tanto a ellos como a nosotros, una y otra vez.
Aquí están los hechos, delante de todos. Como los de ayer por la tarde, que fueron 15-0 a favor de Israel. Si lo medimos por los resultados de la operación Plomo Fundido del ejército israelí en Gaza a finales de 2008 y principios de 2009, cuando resultó un israelí muerto por cada 100 palestinos, desde el punto de vista estadístico hemos retrocedido.
Imagínense, Dios no lo quiera, que hubiera habido 15 israelíes muertos durante el fin de semana. Plomo Fundido 2 y guerra regional, con una política diferente en Egipto como telón de fondo. Pero la muerte de 15 palestinos está permitida y solo provoca un bostezo. Debemos esperar que en uno o dos días vuelva a prevalecer la calma. Y de hecho los comentaristas han dicho que «ninguna de las partes está interesada en un enfrentamiento». Un mediador anónimo se encargará de las negociaciones y las armas volverán a estar bajo llave.
Hasta la próxima ronda. En ese momento, las cuestiones menores surgirán otra vez. Una vez más, Israel no se contendrá de llevar a cabo asesinatos selectivos adicionales. Una vez más los palestinos no se abstendrán de vengar las muertes; ambos lados encerrados en su insensatez. Porque esa es la rutina en este manicomio.
Para aquéllos que lo viven desde el interior todo parece normal y rutinario, como ocurre siempre en el caso de los pacientes psicóticos. Así que se compara a Irán con Auschwitz y en un reflejo ciego se lleva a cabo un asesinato selectivo en Gaza en medio de un período de calma que beneficiaba a todos.
El candidato estrella en ascenso como jefe de la oposición, Shaul Mofaz (Kadima), que es la alternativa ganadora del actual gobierno, ya dio la bienvenida al asesinato selectivo, igual que el ministro de Educación Gideon Saar. Y el primer ministro Benjamín Netanyahu ya se ha puesto en contacto con los alcaldes en el sur en una demostración de apoyo. Esto también es parte del ritual estándar. Los residentes del sur se sientan en los refugios mientras el resto del país cacarea diciéndose a sí mismo «es lo que hay»,«no se puede hacer nada más» y «¡Así se hace, ejército israelí!». Y luego disfrutan de una siesta vespertina en el clima maravilloso de primavera.
Fuente original: http://www.haaretz.com/print-edition/opinion/way-to-go-idf-1.417750