Estimados lectores, oyentes y telespectadores:
Que el mundo está lleno de idoitas no es cosa nueva. Que por más que
se pase uno el día bregando con ellos, no se acaban tampoco lo es.
Hemos llegado a un tiempo – yo con ustedes y ustedes conmigo – en lo que lo espureo triunfa.
Ser un malhadado, un villano con una estofa inversamente proporcional
a su maldad intrínseca (y extrínseca también), es la norma hoy en día. Y
no sólo es que sea la norma, no. También es que estos “mierdecillas” –
por no decir cosa peor – hacen de su capa un sayo. Sayo en el que
ocultan su vileza moral y lo que en justicia les pertenece a aquellos
que les suponen una amenza.
Como ven, el tono de este artículo no es el habitual. Quizás está un
poco subido de tono. De hecho lo está. Los traidores y vendidos, por las
esquinas acechan y peor que los que lo son, son aquellos que se hacen
así sin darse cuenta. Cencerros y botarates que aún no sabiendo siquiera
leer (te regalan los libros que no entienden), siquiera son capeces de
entender lo que se les dice y hacen gala del mismo conocimiento que
tienen los “pollos sin cabeza”.
Los laboratorios (entiéndase como laboratorio el sitio de labor, que
es su acepción originaria), se convierten en auténticos infiernos en los
que lo único que te queda es apretar machos y aguantar o entrar armado
con un rifle de pulsos y hacer una escabechina (cosa esta que no
contemplo).
Para la gente inteligente, existen otras vías (no todo es blanco o
negro). Otras vías que si bien tienen menos que ver con la casquería son
igualmente contundentes. Si bien es cierto que conllevan una inversión
pecuniaria y temporal de gran magnitud.
Es por estas razones que me veo en la obligación moral – y hasta
formal – de informar a los lectores que me retiro de la actividad que
vengo desarrollando en Mundo Desconocido.
Sin otro particular, reciban (todos) un amistoso abrazo.
Atte.
Javier Pérez Nieto.