Dice una muy curiosa y hermética Leyenda qué, el “Venerable Anciano”, en mi experiencia de “Montserrat y el Santo Grial”, me contó: que hace algunos miles de años existió en la antigua Palestina un misterioso personaje al cual le gustaba mucho hacer el bien y sobretodo ayudar a gente con problemas.
Cuando un día se desplazaba de una ciudad a otra, al atravesar el Desierto que unía a ambas ciudades, se perdió y la sed y el hambre acabaron con su vida.
Como era un buen Ser, para de alguna forma compensar su terrible desgracia Dios,.. convirtió los restos de su cuerpo en una rosa a la cual como era lógico la inclemencia del tiempo acabo secando.
Continua diciendo dicha Leyenda, que con el tiempo el viento del Desierto fragmento la Rosa y la disperso dé tal forma que cada fragmento se convirtió en una nueva rosa y, por tanto, en albergue de una microscópica parte de aquel misterioso Espíritu.
Es por eso,, que cada vez que uno encuentra o le regalan uno de esos fragmentos y los introduce en agua, es como si parte del Espíritu de Aquel se reviviese y, Él en agradecimiento por darle con generosidad ese tesoro cuya carencia a Él le hizo sucumbir, concede a través de la resurrección de esa planta, el privilegio de ayudar y proteger a la persona que a Él le ha ayudado milenaria sed.
Recuerdo que le pregunte al “ Venerable Anciano” sobre las cualidades esotéricas y su cuidado y, Él me contesto lo siguiente:
Una vez conseguida por el medio que sea esta “planta seca”, se ha de introducir en un recipiente de cristal trasparente en forma de ensaladera. Acto seguido se ha de llenar este, a ser posible con agua mineral, de forma que toda la planta quede cubierta por el agua. Se ha de mantener en esta misma agua durante cuarenta y ocho horas. Transcurrido dicho tiempo, se aconseja cambiar el agua cada tres días, eso sí, sin sacar la planta del recipiente.
Es de suma importancia que el cambio de agua se realice los Martes y Viernes, a ser posible a las nueve de la mañana o bien a las tres de la tarde, horas Solares.
Me comentaba el “ Venerable Anciano” qué, por el simple hecho de tenerla en el interior de una casa habitada, las personas que en ella viven reciben la Energía positiva que una “ Rosa de Jericó bien atendida genera.
Si además alguno de sus habitantes se deja llevar por su imaginación y, mentalmente es capaz de transmitirle sensaciones, se sorprenderá, pues vera como algo fisiológicamente tan insignificante, es capaz de producir en las personas que deambulan cerca de Ella, sensaciones y situaciones que en otras circunstancias serian imposibles.
Hay un dicho antiguo que dice: “ si buscas un milagro, caso de existir estos, no lo busques fuera, si eres capaz de crear la suficiente química mental, lo encontraras dentro de tu propio “ Mundo Interior”.
El me comento que sobre la Rosa de Jericó había multitud de Leyendas y Oraciones, pero la más importante era la que en cada momento nos dicten nuestros sentimientos, aún así, el me comento sobre una que si se realiza con el corazón y la mente puede ser un buen medio para que muchos sean capaces de abrir esa oxidada cerradura que cierra el paso a ese maravilloso Mundo Interior que cada uno de nosotros poseemos y del que apenas casi nada sabemos.
Él me comento que cada día, durante nueve días seguidos, una persona mentalmente relajada, situada frente a la Rosa de Jericó ha de repetir una Oración a ser posible antes de acostarse.
Jamás ha de pedir nada en concreto, pues sus deseos seguramente se cumplirán si su coherencia es razonable y las Fuerzas Universales y Cósmicas lo creen oportuno.
Me repitió varias veces que si alguien conseguí antes de terminar la “Novena”, alguna “Gracia”que intentase regalar nueve rosas a las personas que más aprecie, si en conciencia él cree que necesitan ayuda.
Es muy importante que el día de San Valentín, Jueves Santo, San Juan, Navidad o Noche Vieja regalar una Rosa de Jericó a familiares y amigos y, sobretodo el día de San Valentín en España o Sant Jordi en Catalunya, entre enamorados.
A esta planta si se la cuida y la tratamos con amor, puede durar hasta el fin de nuestros días.
Autor: Elías Robles (profesor Saile Selbor)