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sábado, 26 de febrero de 2011

DURAS VERDADES.-

QUIEN VIVE, QUIEN MUERE
La razón de ser de todo ambientalista o pensador del siglo XXI, es defender el derecho al disfrute del don de La vida, de todas las especies que habitan en el planeta.
Y como primer objetivo de vida, será el de desafiar ese razacentrismo de la humanidad, que se ha abogado el derecho de decidir quién vive y quien muere en este planeta.
Por Lenin Cardozo

Entre nosotros mismos, inventamos creencias, supuestos buenos modos de vida y a partir de ahí, regimos comportamientos, castigamos o aplicamos las penas de muerte.

En el Oriente Medio, por ejemplo, si la mujer ve televisión sola, o si tiene pareja sin matrimonio o simplemente decide tener sexo, eso le conlleva a castigos que van desde 100 latigazos o morir apedreada en alguna calle de esos pueblos.

En nombre, de unas supuestas reglas “superiores” de convivencia, escritas hace siglos, se quitan vidas.

Igual con la muerte se castiga a quienes participen en protestas o se señalen de disidentes.

También matamos si tenemos religiones distintas, o ese ha sido el argumento para “justificar”, los genocidios entre los pueblos de la ex Yugoslavia, por nombrar un caso reciente.

La palabra escrita en un libro, que data de una cosmovisión absolutamente desfasada de la actual realidad, tiene el poder de someternos, o de eso se valen para reducirnos.

O si políticamente, en regímenes de gobierno no democráticos, no se evidencian lealtades absolutas.

Ejecuciones extra sumariales, es lo común, cuando se detenta el poder por la vía de la fuerza o por la autoridad concebida a supuestos linajes otorgados por la gracia divina.

Reyes, príncipes, emperadores, presidentes o generales vitalicios, con un simple susurro a uno de sus asistentes, decide el tiempo de vida de quien lo perturbe.

Hay regiones en África, donde el costo de una bala es superior a la vida de una persona. La letal unión de la pólvora con el plomo, ha matado a más personas, que la sumatoria de todas las muertes ocurridas por catástrofes y epidemias en ese continente.

Y las mutilaciones hechas con machete en mano, de un año cualquiera de las década pasada, supera a todas las cabezas que rodaron a lo largo de la revolución francesa.

Por supuesto que las otras especies deben temblar ante nuestra presencia.

Cientos de elefantes mueren, para sustraerles sus colmillos, y miles de otras especies por el turismo de caza.

En algunos países del Asia, las muertes extra sumariales por disidencia política, supera con creces a las muertes ocurridas en la ocupación de Irán, solo que se ocultan, el control de los medios de comunicación, lo silencia.

Se preserva así, el disfrute de pocos matando a muchos.

En cuanto a las otras especies, decenas de miles de delfines al año, son capturados para transformarlos en sushi.

Un mismo destino sufren miles de tiburones, donde el mayor interés es cortarle su aleta dorsal para hacer la “famosa” sopa de aleta de tiburón.

En los últimos 20 años, en el océano pacifico la población de ballena se redujo a un 20%. Igual y sin ningún remordimiento, algunos pueblos costeros del Pacífico, usan de carnada para pesca, perros vivos atravesados en sus mandíbulas por sendos anzuelos.

Al norte de Europa, en los Países Bajos, se matan a cientos de una variedad de delfines, en un evento de carácter público, para seguir con una tradición y demostrar la hombría entre los jóvenes.

Mundialmente esa actividad se le conoce como la “marea roja”.

Así mismo, los atuneros europeos sobrecazaron al atún rojo, dejándolo en la lista de especies en vías de extinción.

También y sin palabras, el acuerdo hecho entre Canadá y China para exportar grasa de foca. La matanza de estos indefensos animales, lejos de detenerse, ahora el interés por su grasa compromete su existencia, eliminando a su vez, a uno de los nutrientes claves en la cadena alimentaria de los osos polares.

En Occidente criamos para nuestro consumo: vacas, caballos, cerdos y burros.

En la India, para suerte de esas especies, las veneran. En Norteamérica, la caza furtiva, redujo las poblaciones de búfalos y pumas a pequeñas granjas y zoológicos respectivamente.

En Centroamérica, cada vez se reduce más la población de tortugas marinas, debido, a que las playas utilizadas por esta especie para su desove, es intervenida por muchedumbres sin control, que buscan sus huevos con fines comerciales.

Sobre los animales aceptados como mascotas, sus expectativas de vida dependen de quien las protejas. Ahí la impunidad es absoluta a la hora de decidir si viven o mueren.

Y en cuanto al resto de la fauna, la super poblada raza humana pareciera que tiene la vil misión a futuro, de acabarla, sin excepción. Si no los matamos directamente, intervenimos sus hábitats, dejándoles sin alimentos, condenándolos así, a morir por inanición.

Nos matamos y matamos a las otras especies guiados por innobles sentimientos. Avaricia, codicia, lucro, soberbia, odio, venganza, celo, miedo a ser desplazados, placer y morbo al ver o sentir al otro ser acorralado, aterrorizado o en agonía.

Los humanos, nos autodistinguimos como los seres más inteligentes y superiores del planeta. Pero nos quedamos cortos, en nuestros halagos, nos falto, autocoronarnos también, como los más crueles y sanguinarios de la tierra. Ahí seguro, que ninguna especie nos ganaría!

Fuente: Ria Novosti

*Lenin Cardozo (1960 es ingeniero, ambientalista y escritor venezolano).

Estudios de postgrados en MBA, Gerencia Pública, Filosofía, Historia. Doctorado en Ciencias.

Director Ejecutivo de los noticieros ambientalistas Canal Azul 24 y Blue channel 24.

Fundador de la ONG AZUL Ambientalistas.

LA MITAD DE LA COMIDA EN EL MUNDO SE DESPERDICIA
Mientras que al menos un 30% de la humanidad padece de hambre y mala nutrición, expertos señalan que el total de los alimentos que van a la basura sobrarían para alimentar a toda la población mundial. Aquí algunas propuestas para reducir el impacto social y ambiental.
Hace ya un año que el Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP) lanzó un reporte en donde exhortaba a los productores de alimentos, empresarios y gobiernos del mundo, a priorizar los esfuerzos para reducir el desperdicio de alimentos.

La estrategia tenía como objetivo primordial hacer un llamado para tomar conciencia ante la posibilidad de una futura crisis de escasez alimentaria.

El director ejecutivo del organismo, Achim Steiner, puntualizó que “más de la mitad de la comida producida hoy en día se pierde durante el cultivo, se desperdicia o se tira como resultado de la ineficiencia de la cadena alimenticia humana”.

También señaló que “existe evidencia de que el mundo podría alimentar a la totalidad proyectada del crecimiento poblacional tan solo haciéndose más eficiente, y a través de esto se aseguraría también la supervivencia de animales salvajes, aves y peces en este planeta”.

Hoy en día el mayor desperdicio de alimentos se da en los Estados Unidos, en donde más de un 50% de su producción total de comida es desperdiciada, cantidad suficiente para alimentar a todas las personas que padecen hambre en África. Así mismo, en Inglaterra y Japón cerca de 25 millones de toneladas de comida se desperdician anualmente, lo suficiente para mantener bien nutridas a más de 10 millones de personas hambrientas.

Por si fuera poco, los ambientalistas señalan que la comida que va a la basura no solamente representa una gran pérdida de recursos tales como el agua utilizada para la producción (más de mil trillones de litros de agua desperdiciados en comida que no será aprovechada), de trabajo humano y energético, un tremendo costo económico y una fuente de polución generada por su transportación.

El principal problema, afirman, es que el proceso de putrefacción de los alimentos libera gas metano, el cual causa 20 veces más calentamiento atmosférico que el CO2, colocando a ésta como una de las más grandes problemáticas ambientales de nuestro tiempo.

Llegado a este punto, uno se pregunta si se ha hecho algún esfuerzo para resolver esta catástrofe. En todo el mundo han surgido propuestas para reducir la cantidad de desperdicios generados por la sociedad, algunas de ellas brillantes ideas del diseño tecnológico.

En California ha comenzado la comercialización del Reactor de Microfusión, un aparato poco más grande que un refrigerador destinado al uso casero.

A través de diferentes procesos químicos este aparato logra transformar los residuos orgánicos, así como cualquier material celulósico, en etanol.

Esto plantea un panorama en el cual cada hogar llegaría a producir su propio combustible y a generar su propia energía por medio de basura orgánica.

Sin embargo un aparato como este cuesta más de diez mil dólares y no deja de ser una solución basada en otro nuevo producto, por lo que partidarios de la ecología optan por la creación de organizaciones y movimientos que buscan generar mayor conciencia en una sociedad que parece no saber manejar su compulsión hacia el consumo.

Raphael Fellmer, ambientalista alemán y fundador de la organización Forward the Revolution, ha recorrido el mundo sin gastar un solo centavo.

El es uno de los representantes del movimiento freeganista moderno, originalmente surgido en los años 60’s entre los hippies de San Francisco. “Intentamos vivir en armonía con nuestra tierra, así que aplicamos los principios de las 4 “R’s”: Rechazar, Reducir, Reutilizar y Reciclar”, dice Raphael mientras me convida un pan reciclado de un restaurante.

Es un pan fino y en buenas condiciones que iba a ser tirado a la basura. “Rechazar y reducir el consumo innecesario y el gasto de energía, y reutilizar y reciclar los alimentos que no vayan a ser consumidos.

Esto tiene que ver con la capacidad de ser autosuficientes, liberarnos de la energía gris aprovechando los recursos que tenemos disponibles.

La idea de Forward the Revolution no es la idea de un mundo que se alimente de la basura, sino de mostrar al sistema que un modo de producción en el que se desperdicia tal cantidad de recursos, es sumamente ineficiente y dañino para el planeta”.

Existen también múltiples organizaciones dedicadas a asesorar y guiar a las personas hacia una disminución en su consumo, generando menor cantidad de desperdicios y reduciendo su huella ecológica a través de la producción de composta, huertos urbanos o simplemente un mejoramiento de las costumbres alimenticias.

Sin embargo aún son muchos los intereses que impiden que los proyectos se lleven a cabo. En varios países del mundo está prohibido recolectar la comida que tiran los restaurantes y supermercados. La razón es el temor a ser demandados por no “disponer adecuadamente de productos que pueden ser nocivos para la salud pública”.

Mientras tanto, 70 mil toneladas de desperdicios rellenan cada año los basureros de México con comida que podría haber sido utilizada para alimentar a la población, pero que los grandes almacenes y cadenas restauranteras prefieren eliminar decisivamente antes que entregarla a programas que no incluyan remuneración.

Esto es tan solo un ejemplo de la capacidad que tiene la ambición monetaria para ensombrecer el sentido común de la sociedad moderna.

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