Un año más, como cada 2 de febrero desde hace décadas, el culto popular a Yemanjá, la divinidad del mar y la feminidad para los seguidores de la religión umbanda, volvió a sacar a la calle de forma masiva en Uruguay los ritos de esa creencia de origen africano.
Miles de uruguayos de toda condición se acercaron a las playas de Montevideo, principalmente a la de Ramírez, en el centro de la capital, para depositar sus ofrendas a Yemanjá en las aguas del Río de la Plata en forma de flores, frutas y velas y pedir que se cumplan sus deseos para el futuro.
Allí, en las arenas habitualmente repletas de turistas al sol, docenas de sacerdotes y sacerdotisas umbanda bendecían a los participantes del rito entre cánticos y el ritmo de los tambores, mientras curiosos y turistas observaban el poco habitual espectáculo religioso.
Tras la bendición, los adoradores de Yemanjá acercaban sus ofrendas al agua y observaban cómo se las llevaba la corriente junto con las cartas en las que habían anotado sus peticiones a la divinidad, o bien las enterraban en la arena junto con velas con la esperanza de que la diosa se las llevara con la marea.
Según explicó a Efe la sacerdotisa umbanda, o mae, Susana Andrade, este día, que ha sido declarado de interés cultural tanto por el Gobierno uruguayo como por la municipalidad de la capital, es un día "muy feliz" no sólo por la celebración de Yemanjá, una de las "orisas", o divinidades, más queridas por los seguidores de la religión, sino porque "es la oportunidad de sacar el culto a la calle".
"Existen muchos preconceptos respecto a umbanda, en los que predomina la cultura europea etnocentrista que relega todo lo africano. Así que esta fecha tan pública, que se disfruta como fiesta popular, nos permite integrarnos, ser conocidos y dejar de ser mal juzgados", dijo Andrade.
Esta celebración, que comenzó hace años de forma prácticamente clandestina, se ha convertido con el paso del tiempo en una fiesta popular que congrega a muchos ciudadanos que acuden a las playas a ver el ritual o a practicarlo ellos mismos, al tiempo que los vendedores ambulantes de ofrendas para Yemanjá, baratijas, comida y refrescos hacen su agosto.
"Al ser de origen una religión estigmatizada por los poderes políticos y culturales, el poder llevar esto al público, que no acude a los templos porque creen que somos una especie de brujos macumberos, nos parece muy positivo", apuntó la sacerdotisa.
Así, para Andrade, el festival de Iemanjá trasciende su papel religioso y primordialmente afrouruguayo para ser una festividad "para todos", desde las "maes y paes" hasta los paseantes o vendedores, cuya presencia demuestra "que la celebración crece, fuera del culto, pero en lugar de mermarlo, lo legitima".
"Yemanjá es compartir, es una fecha de integración", sentenció.
La religiosa explicó además que los umbandistas son monoteístas que creen en las fuerzas de la naturaleza, y que este festejo rescata "la sabiduría ancestral del africano, que veneraba el agua como algo imprescindible para la vida en la tierra".
En este sentido, la mae destacó la importancia de que una veneración como esta esté creciendo en importancia "en épocas de calentamiento global y conflictos ambientales".
"Nuestras ofrendas buscan restablecer el equilibrio, agradar a la naturaleza para que permanezca sana y nos retribuya permitiendo la vida en este plantea", acotó Andrade.
Así, explicó que a Yemanjá, como mujer que es, se le ofrecen cosas como flores, hierbas aromáticas, velas, perfumes y jabones, al tiempo que se le piden cosas de todo tipo, como salud para los hijos, éxito, "e incluso amor".
"Como madre, Yemanjá es educadora, imparte valores, pone límites, y por eso puede ser severa. Es la mujer dominante", afirmó la sacerdotisa.
Quizá por ese carácter marcadamente femenino, la mayor parte de los participantes en la celebración eran mujeres, muchas de ellas embarazadas o con niños pequeños, que se acercaron hasta la playa para pedirle a la "orisa" su bendición.
(FUENTE: EFE)