Investigadores proponen la existencia de una civilización alienígena sumamente avanzada que tenga la tecnología necesaria para hacer de un agujero negro su fuente energética más importante.
Las especulaciones sobre la posibilidad de vida extraterrestre se han visto enriquecidas, tanto desde una perspectiva ficcional como una seriamente científica, por planteamientos que consideran la hipótesis de que dichas formas de vida hayan formado civilizaciones muchísimo más desarrolladas quela nuestra, incomparablemente más avanzadas en por lo menos un aspecto: eso que en la Tierra denominamos tecnología y que podría entenderse como el uso de determinadas herramientas o instrumentos para manipular nuestro entorno y facilitar la supervivencia.
En este sentido, alguna vez el astrónomo ruso Nikolai Kardashev propuso una clasificación para las posibles civilizaciones extraterrestres, estableciendo el Tipo III como una que tendría el control total de la energía emitida por galaxia (en esta jerarquía la humanidad ni siquiera alcanza el Tipo I, sobre todo por su incapacidad para conseguir la fusión nuclear o construir una red satélites que operen con energía solar).
La razón por la que Kardashev pensó en las necesidades de energía como criterio de clasificación, es que según él el grado de desarrollo de una civilización es indisociable de la cantidad de energía que esta necesita para sostener dicho avance que se expresaría en tres características íntimamente relacionadas entre sí: crecimiento de su población, expansión territorial (o colonización) y ambiciosos proyectos de astroingeniería.
En este sentido suena totalmente coherente que científicos del Instituto de Astronomía y Astrofísica de Taipei y de la Universidad Hiromitsu Yokoo de Chiba (Japón) hablen de una civilización que se sirva de los agujeros negros como una fuente inmensa y casi inagotable de energía.
Por ejemplo, situando centrales energéticas en torno a un hoyo negro como el que se encuentra en el corazón de la Vía Láctea y recogiendo apenas una parte de la radiación que se genera en ese intenso movimiento de gases arremolinándose en torno suyo. La idea es que los dispositivos de recolección sean antenas de casi 160 kilómetros de diámetros.
Pero igual de interesante es que según los autores de la hipótesis, el ser humano sería incapaz de detectar estos mecanismos alienígenas de generación de energía, especialmente porque con los recursos actuales con que observamos el cosmos resulta sumamente difícil distinguir un dispositivo artificial de uno natural.