Restos arqueológicos en la cima del monte Gerizim, la montaña sagrada de los samaritanos. La nueva evidencia descubierta por el arqueólogo Yitzhak Magen indica que un complejo templo estaba aquí desde hace 2.500 años, una época en la que el Templo de Jerusalén era, a lo sumo, una estructura simple de madera.
Vía: Der Spiegel | Matthias Schulz| 13 de abril de 2012 (Traducción: G.C.C. para Terrae Antiqvae)
Los judíos tenían una competencia significativa en la antigüedad cuando se trataba de adorar a Yahvé. Los arqueólogos han descubierto un segundo gran templo, no lejos de Jerusalén, que es anterior a su primo más conocido. Perteneció a los samaritanos y pudo ser suprimido de la Biblia una vez que la rivalidad se hubo decidido.
Vestido con un abrigo gris, Aharon ben Ab-Chisda ben Yaacob (izquierda), de 85 años de edad, está sentado en la penumbra de su casa. Él comienza un canto ronco, una letanía en hebreo antiguo. Tiene una amplia barba y lleva una kipá de color rojo en la cabeza. El hombre es un alto sacerdote y su árbol genealógico se remonta a 132 generaciones. Él dice: "Soy un descendiente directo de Aarón, el hermano del profeta Moisés", el cual vivió quizá hace más de 3.000 años.
Ab-Chisda es el líder espiritual de los samaritanos, una secta que es tan estricta que a sus miembros no se les permite, incluso, encender la calefacción en el día del sábado. Nunca comen camarones y sólo se casan entre sí. Sus mujeres se dice que son tan impuras durante la menstruación que son recluidas en habitaciones especiales durante siete días.
En el exterior, en las calles de Kiriat Luza, cerca de Nablus, un viento frío sopla. El pueblo se encuentra justo debajo de la cumbre del monte Gerizim. Hay una escuela, dos tiendas y un lugar para los sacrificios. Este es el hogar de 367 samaritanos. Es una pequeña comunidad. Aquí todo el mundo está obligado a asistir a los servicios religiosos en la sinagoga los sábados. "Cada niño tiene que ser circuncidado, precisamente en el octavo día", dice el sacerdote, no antes ni después.
Lo más importante de todo: la secta sólo cree en el legado escrito de Moisés, en los cinco libros del Pentateuco, también conocido comúnmente como la Torá. Ellos rechazan todas las otras escrituras de la Biblia.
Desde una perspectiva histórica, los samaritanos y los judíos tienen un linaje común. El Antiguo Testamento relata que 10 de las 12 tribus de la región de Samaria fundaron el Estado de Israel en el año 926 a.C. Las otras dos tribus vivían más al sur, en la región montañosa de Judá, con su capital en Jerusalén (ver mapa).
En otras palabras, los samaritanos fueron una vez la mayoría. En los tiempos antiguos había 300.000 de ellos, tal vez incluso más de un millón. Pero su más estricta ley casi los condujo a su caída. Dice así: "Ninguno de ustedes puede establecerse fuera de la tierra prometida".
Como resultado, mientras que los judios huyeron a través de todo el mundo para escapar de la crueldad de los gobernantes extranjeros, sus familiares se mantuvieron en la tierra de sus antepasados y sufrieron bajo los tiranos bizantinos y los sultanes despiadados. Al final de la Primera Guerra Mundial había sólo 146 de ellos. "Hoy lo estamos haciendo mejor", dice Ab-Chisda alegremente, mientras mira por la ventana. Ahora, junto con otro grupo en Holon, cerca de Tel Aviv, esta comunidad religiosa se compone de 751 personas.
Pero este aumento de la población sólo se llevó a cabo debido a que rompieron con las tradiciones ancestrales y dejaron sin efecto la prohibición contra los matrimonios mixtos. En 2004, cinco mujeres judías de Ucrania y una de Siberia, todos ellas listas y dispuestas a casarse, fueron aceptadas en la comunidad.
Sin embargo, debido a la endogamia, tienen una amplia gama de defectos genéticos. Revistas especializadas han publicado estudios sobre los niños olvidados de Dios. A menudo sufren de debilidad muscular y el síndrome de Usher, también conocido como sordoceguera.
Los samaritanos tenían prohibido por sus estrictas Escrituras vivir fuera de las tierras santas, lo que los puso a merced de una larga línea de gobernantes opresores. Aquí, un sumo sacerdote samaritano levanta la Torá para celebrar una fiesta judía.
Un destino sombrío
A pesar de todo, su religión está viva y bien. Todos ellos se reúnen para la Pascua, una fiesta donde los hombres visten túnicas blancas y llevan a cabo el sacrificio de animales grandes. Durante la ceremonia un sacerdote corta la garganta de 50 corderos. Arroyos de flujo de sangre corren a través de un canal de piedra hasta un agujero, donde se queman junto con los intestinos. La carne, que se cuece en un horno de barro grande, debe ser consumida completamente durante la noche. De lo contrario, se convierte en no-kosher.
Pero, ¿de dónde provienen estas personas arcaicas?
Es una pregunta que intriga a un creciente número de estudiosos de la religión. Los descubrimientos recientes muestran que los samaritanos sufrieron un destino sombrío. Ellos fueron una vez los guardianes del Arca de la Alianza y de la tradición mosaica. Pero luego se convirtieron en las víctimas de una campaña de desprestigio.
Con su pelo arrastrado por el viento, Stefan Schorch se pone delante de la sinagoga de Kiryat Luza. Experto en el Antiguo Testamento, Schorch proviene de la Universidad de Halle-Wittenberg, en el este de Alemania, y viene aquí a menudo, por lo general armado con una grabadora. Trabaja como lo haría un etnólogo cuando estudia a una tribu indígena remota. Pero, por encima de todo, Schorch está buscando libros sagrados.
Son las 7:30 de la mañana, y un sacerdote abre una pequeña casa de adoración y desaparece en un nicho detrás de una cortina de color rojo fuerte. En el interior se encuentra una caja fuerte llena de viejos volúmenes del Pentateuco. "Increíble", dice el investigador, mientras hojea a través de "una edición completamente preservada del siglo XIV". Él fotografía cada página del tomo. Entonces el sacerdote lo cierra de nuevo con llave.
El Dr. Stefan Schorch examinando textos bíblicos samaritanos
"Una diferencia principal"
Hubo un tiempo en que casi todas las familias ricas poseían tales libros preciosos escritos a mano. Algunos de ellos llegaron a Europa. Ahora, el profesor, que viene de la cuna histórica de la Reforma de Martín Lutero, estudia estos textos chequeando línea por línea y palabra por palabra. Él compara la Torá samaritana con la versión judía.
"En realidad sólo hay una diferencia fundamental", dice. Entre los judíos, Jerusalén es el epicentro religioso del mundo, mientras que para los samaritanos es el Monte Gerizim.
¿Pero qué Torá es la original? Hasta hace poco, la escuela de pensamiento generalmente aceptada es la siguiente: en el siglo IV a.C., los samaritanos se separaron como una secta radical. En la Biblia aparecen como forasteros y adoradores de ídolos; ellos son el mal. La parábola del "buen samaritano" (Lucas 10:25-37) ofrece una imagen bastante atípica de un miembro de esta secta.
El historiador Tito Flavio Josefo, él mismo un judío, menciona que los apóstatas erigieron un santuario "a toda prisa" en el año 330 a.C., como un intento bastante diletante de emular el Templo de Jerusalén.
Cada vez más, sin embargo, parece como si la Biblia nos haya transmitido una imagen distorsionada de la historia. Rollos de papiro recuperados en Qumrán, en el Mar Muerto, así como un fragmento de la Biblia que recientemente apareció en el mercado de antigüedades, exijen una "revisión completa", dice Schorch.
El sitio del templo original
No obstante, la indicación más emocionante de cómo ocurrió realmente la historia ya ha sido desenterrado por Yitzhak Magen (izquierda). Trabajando detrás de las vallas de seguridad, el arqueólogo ha estado excavando en la cima, azotada por el viento, del monte Gerizim.
Sus hallazgos, que sólo han sido parcialmente publicados, son, prácticamente, una sensación: hace unos 2.500 años la montaña estaba ya coronada con un enorme y deslumbrante altar, rodeado por un recinto de 96 por 98 metros. El muro tenía seis cámaras cuya puertas de madera eran enormes.
En ese momento, el Templo de Jerusalén era, a lo sumo, una simple estructura. Magen ha descubierto restos óseos de 400.000 animales llevados al sacrificio. Las inscripciones identifican el lugar como la "Casa del Señor". Un anillo de plata está adornado con el tetragrama YHWH, cuyo significado es Yahvé. Todo esto significa que era un gran enclave, un lugar de culto rival que estaba a tan sólo 50 kilómetros de Jerusalén.
Es un descubrimiento asombroso. Una guerra religiosa hizo estragos entre los israelitas y la nación quedó dividida. Los judios tenían parientes poderosos que competían con ellos por el mando religioso en Tierra Santa. La disputa giraba en torno a una pregunta central: ¿qué lugar mereció el honor de ser el hogar y lugar de sacrificios del Dios Todopoderoso?
A pesar de haber estado a punto de desaparecer, los samaritanos han estado viviendo en Israel por más de 3.000 años
La revisión de la Sagrada Escritura
Los investigadores tienen un largo camino por recorrer antes de descubrir todos los detalles de este conflicto. Lo que sí está claro, sin embargo, es que fue extremadamente áspero. Cada lado injurió al otro. Hubo asesinatos, caos, y, en última instancia, incluso la Sagrada Escritura fue revisada.
En un primer momento -esto está mucho más claro- los samaritanos tuvieron la sartén por el mango. De hecho, en comparación con Jerusalén, el Monte Gerizim gozaba de derechos significativamente mayores: en el gran relato de la historia del pueblo elegido la montaña jugaba un papel clave.
Abraham, el progenitor de los hijos de Israel -y que, según la leyenda, recorrió todo el Oriente como un pastor alrededor del 1500 a.C.- se detuvo allí porque Dios se le había aparecido en una visión maravillosa. Más tarde, Jacobo el patriarca viajó allí para construir el santuario original.
En el quinto libro de Moisés, la cima de la montaña finalmente gana un lugar destacado en la historia bíblica: después de la huida de Egipto, los israelitas vagaron por el desierto del Sinaí durante 40 años. Por fin llegaron al río Jordán por el este. Su viejo y cansado líder contempló, al otro lado del río, la tierra prometida, donde "mana leche y fluye miel".
Poco antes de su muerte, Moisés emitió una orden de importancia: el pueblo debía primero trasladarse al Monte Gerizim. Dijo que seis tribus debían subirlo y proclamar bendiciones, mientras que las otras seis tribus debían proclamar maldiciones desde la cima del cercano monte Ebal. Era una especie de ritual para tomar posesión de la tierra prometida.
Por último, el profeta dijo a los israelitas que construyeran un santuario "hecho de piedra" en el Monte Gerizim, y lo cubrieran con "yeso". De hecho, él dijo: "este es el lugar que el Señor ha elegido".
Los samaritanos siguen viendo el monte Gerizim como epicentro religioso del mundo, mientras que para los judíos es Jerusalén, a sólo 50 kilómetros de distancia.
No se hace mención a un "lugar elegido"
Eso, en todo caso, es lo que está en los más antiguos textos de la Biblia. Son frágiles rollos de papiro que se hicieron hace más de 2.000 años, en Qumrán, y sólo recientemente han sido examinados por expertos.
En la Biblia hebrea, en la que los sacerdotes de Jerusalén probablemente pasaban una buena cantidad de tiempo revisándola, de repente todo suena muy diferente. Ya no hay ninguna mención a un "lugar elegido".
La palabra "Gerizim" también ha sido retirada del pasaje crucial. En su lugar, el texto indica que el altar de Yahvé fue erigido en "Ebal". "Al nombrar a la montaña de las maldiciones", dice Schorch, "querían echar toda la historia bajo una luz negativa y privar a Gerizim de su legitimidad bíblica".
Schorch data la intervención alrededor del año 150 a.C. Al investigador le falta poco para llamarlo un fraude; sin embargo, prefiere etiquetarlo como una "adaptación de la Biblia a su propia visión religiosa".
Pero ¿por qué esta artimaña fue, en última instancia, un éxito? ¿Por qué la minoría ganó? ¿No poseía el oponente la región más poblada? Un palacio ya estaba en pie en su capital, Samaria, en el año 1000 a.C. El marfil se ha encontrado allí. En ese momento Jerusalén era todavía poco más que una aldea con apenas 1.500 habitantes.
Los investigadores han resuelto este rompecabezas, y la respuesta, incluso, tiene un rostro: luce una barba rizada y lleva un casco de bronce. A partir del año 732 a.C., los asirios usaron sus carros para avanzar hacia el Mediterráneo y subyugar al Estado de Israel. Los habitantes fueron empalados o sometidos a cautiverio. Esto devastó el país. La tierra del Señor había sido invadida por hordas violentas. Muchos huyeron con sus parientes a Judá. La población de Jerusalén se elevó a 15.000 habitantes.
El lugar arqueológico en la cumbre del monte Gerizim ofrece testimonio de la comunidad samaritana, una vez floreciente. Las fuentes antiguas indican que una vez fueron 300.000, o incluso hasta un millón de ellos. Hoy en día, hay 751.
Borrachos y mujeres de mala reputación
Fortalecidos por esta afluencia, los sacerdotes de Jerusalén decidieron que era la hora de que ellos jugaran un papel preponderante en los asuntos religiosos. Sólo unos pocos años después de la invasión, el rey Ezequías convenció a todos los israelitas -judíos y samaritanos por igual- a realizar una peregrinación a Jerusalén. Dijo que este era el único lugar que aún conservaba la libertad y la pureza para adorar al Todopoderoso. La región vecina fue, por supuesto, ocupada por mujeres de mala reputación y borrachos paganos.
Para subrayar su afirmación, el pueblo judío tejió un relato bíblico completo alrededor de su pequeño reino, en el sur. Según esta historia, alrededor del año 1000 a.C., el rey bíblico David gobernó desde Jerusalén sobre un reino glorioso. Su hijo Salomón construyó supuestamente en la ciudad un templo hecho en madera de cedro, "completamente cubierto de oro". Según la Biblia, más de 180.000 hombres trabajaron para construirlo.
Un sinsentido total: ni una simple pizca de evidencia arqueológica se ha encontrado para confirmar la existencia del Templo de Salomón. Sin embargo, el objetivo del engaño era claro: los sacerdotes de Judá trataron de magnificar la gloria de su propia ciudad. Y no dejaron pasar ninguna oportunidad de vilipendiar a sus rivales: en la Biblia los samaritanos eran casi siempre retratados como gente de mal vivir. También se dice que son étnicamente impuros, debido a que su sangre había estado supuestamente mezclada con la de los colonialistas extranjeros.
El libro de Esdras incluso cuenta que estos "enemigos" trataron de impedir la reconstrucción de las ruinas del Templo de Jerusalén por pura envidia, dado que no tenían uno de su propiedad.
En realidad, en ese momento, una brillante y maganífica fortaleza ya estaba desde hacía muchos años en el Monte Gerizim. Magen, el arqueólogo, ha descubierto joyas, plata, un conjunto de cosmética fina y una pequeña campana de oro de la espléndida túnica de un sumo sacerdote.
Un hombre samaritano reza en la madrugada durante la fiesta del Sucot.
Vivir en Paz
Alrededor del año 180 a.C., el edificio ceremonial creció a un tamaño de aproximadamente 200 por 200 metros. Los samaritanos añadieron una monumental escalera y habitaciones para "miles de peregrinos". Había, al parecer, grandes multitudes de devotos visitantes. Nada de esto se menciona en la Biblia.
La disputa llegó finalmente a un punto crítico. En el año 128 a.C., Juan Hyrcanos, un príncipe judío, ascendió al Monte Gerizim con un ejército y arrasó de la tierra el soberbio santuario. Los arqueólogos han encontrado una "capa quemada", junto con puntas de flecha, espadas, dagas y proyectiles de plomo para eslingas.
Los samaritanos nunca reconstruyeron su templo. Desde entonces, los vencedores escribieron los libros (bíblicos) de historia y forzaron a sus rivales al olvido.
Y, sin embargo, los "guardianes de la ley", como se llaman a sí mismos, siguen existiendo todavía hoy en día. Cuando Mark Twain visitó la región en 1867 se encontró con la "triste, pero orgullosa reliquia, de una comunidad que fue una vez poderosa", a la cual se quedó mirando "tal como uno podría mirar a un mastodonte que aún viviera".
Hoy en día, esta sorprendente comunidad religiosa está mejor. Ellos tienen un asiento en el parlamento palestino y mantienen contactos con las Naciones Unidas. "Queremos vivir en paz con todos", dice el sumo sacerdote Ab-Chisda.
A pesar de su trágica historia, el líder espiritual no ha perdido su sentido del humor. En respuesta a la pregunta de a qué se parece el paraíso samaritano, el anciano vacila brevemente. Entonces, dice con picardía: "Debe ser un lugar maravilloso. Nadie ha vuelto para presentar una queja".
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