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jueves, 23 de febrero de 2012

Stephan Schmidheiny, creador de la fundación “filantrópica” AVINA, fue condenado a 16 años de cárcel por producir un desastre ambiental doloso.

El tribunal de Turín, condenó en primera instancia a 16 años de prisión, al millonario suizo Stephan Schmidheiny y al barón belga Louis De Cartier, ambos son acusados de desastre ambiental doloso permanente y omisión de medidas de seguridad en las fábricas italianas de la multinacional Eternit. Según la acusación, las empresas no disponían de protección para los obreros que trabajaban con amianto. La sentencia dispuso el pago de decenas de millones de euros de indemnización, entre otros, a la asociación Medicina Democrática, a varios ayuntamientos, como el de Casale Monferrato, la ciudad con el mayor número de decesos. La fiscalía había pedido 20 años para los responsables.
El Tribunal turinés, sin embargo, ha distinguido entre las diferentes instalaciones y ha declarado a los dos imputados culpables de desastre doloso solo por las condiciones de las fábricas de Cavagnolo y Casale Monferrato, mientras que en referencia al resto ha considerado el delito prescrito.
Tanto el barón belga como el multimillonario suizo, conscientes de que el amianto era peligroso, decidieron mantener las fábricas abiertas y no dispusieron ni siquiera del uso de guantes y mascarillas como primera medida de protección, para evitar que miles de personas se enfermaran por la inhalación del polvo del asbesto.
En la empresa fallecieron 2.100 personas y otras 800 padecen de graves enfermedades. Schmidheiny, de 64 años, fue uno de los mayores accionistas de Eternit Italia entre 1976 y 1986, mientras que Cartier, de 90 años, fue accionista y administrador de la empresa a principios de los 70.
Este juicio se había iniciado por una demanda interpuesta por las víctimas o sus familiares en 2004. En 2009 se iniciaban las vistas previas, y fue en diciembre de ese mismo año cuando propiamente se inició el juicio. En 2012 se dictó el veredicto final, después de ocho años de tramitaciones.

Stephan Schmidheiny
La tragedia empezó en 1906, cuando se instala la fábrica de amianto en Casale Monferrato, un pueblo cercano a Turín. Desde entonces se han ido contaminando los trabajadores y las gentes del pueblo hasta 1986 en la que Schmidheiny cierra la fábrica, abandona las instalaciones y "sale huyendo". Si alguien piensa que ese abandono terminó con los problemas, se equivoca con la letalidad del amianto. Al día de hoy aun muere en Casale una persona por semana a causa de su pasada exposición al amianto: en la fábrica, en sus casas o en el pueblo.
Respecto al amianto ha existido una conspiración de silencio, sustentada por los cuatro grandes oligopolios históricos del mineral (dos ingleses uno europeo y otro americano) que han logrado engañar a la gente durante un siglo, en base a lobbies, a comprar gente, a ganarlos para su entorno, a contratar agencias de marketing y lavado verde y, en definitiva, a taparse las vergüenzas con la filantropía.
El amianto, usado durante décadas como material milagroso por su resistencia al calor y al fuego, fue prohibido en toda la Unión Europea en 2005, cuando entró en vigencia una directiva de 1999, y ahora se aboga por una prohibición mundial.
En América Latina se dio un primer paso en 2008, cuando una ley de Sao Paulo que prohibía el amianto, fue juzgada constitucional pese a un recurso interpuesto por industriales.

Stephan Schmidheiny y la fundación AVINA.
En 1991 Stephan Schmidheiny fue uno de los gestores del Business Council for Sustainable Development (BCSD) “con el fin de proporcionar una perspectiva empresarial sobre el desarrollo sostenible durante la Cumbre de Río”, que hoy agrupa a las 170 empresas más importantes y contaminantes del mundo, “unidas por una visión compartida acerca del desarrollo sostenible. El Consejo se propone promover el liderazgo empresarial como catalizador para el cambio hacia el desarrollo sostenible, basado en la eco-eficiencia, la innovación y la responsabilidad social corporativa”, como cuenta el propio Schmidheiny en su página web.
Es por tanto uno de los padres del lavado verde de las empresas y de la privatización del control público de las mismas, llamada “responsabilidad social corporativa, RSC”.
En 1994, creó una fundación filantrópica denominada AVINA, a la cual en 2003, la hizo beneficiaria de los negocios que tiene en Latinoamérica.
Pero AVINA apunta más lejos, no sólo crea ONG ad hoc o financia otras con objetivos cercanos, sino que pretende convertir a toda ONG en una empresa que colabore con otras existentes en pro del desarrollo, o como dicen, también en hacer negocio con los pobres que son “el negocio de los negocios”. Esto lleva aparejado “el derecho legítimo de los ricos a hacerse aún más ricos”, que vocean algunos de sus socios líderes. “Nuestra misión es contribuir al desarrollo sostenible de América Latina, fomentando la construcción de vínculos de confianza y las alianzas fructíferas entre líderes sociales y empresariales, y articulando agendas de acción consensuadas”.
Schmidheiny dice en su autobiografía, que para prestar su ayuda, “la iniciativa presentada debe incluir un plan de negocios, objetivos y criterios muy concretos, que nos permitan evaluar su viabilidad y sus probabilidades de éxito”.

Aunque parezca surrealista, pretende convertir a los movimientos sociales y ONG en empresas y a sus líderes en empresarios, por supuesto capitalistas. Por ejemplo, tiene entre sus socios líderes a Gustavo Grobocopatel, el llamado rey de la soja transgénica en Argentina y opera con organizaciones tales como Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), Foro Ecuménico Social, Fundación para el Desarrollo Sostenible (FUNDES) Argentina, Fundación Poder Ciudadano, Fundación Vida Silvestre (FVSA) etc.
AVINA tiene además alianzas con las mayores empresas y fundaciones del mundo como: Ashoka, Melinda y Bill Gates, Fundación Rockefeller, Coca-Cola Brasil y otras. Schmidheiny también se ha aliado con la Iglesia Católica a través de la Compañía de Jesús (Centro Magis y Fe y Alegría, entre otras). También a AVINA se le han detectado contactos con los Departamentos de Estado y de Defensa de EE UU.
Ashoka cuenta entre sus socios destacados al peruano Hernando de Soto, defensor a ultranza de las tesis neoliberales, que fue asesor de Fujimori y que ha sido el que ha llevado a buen puerto el Tratado de Libre Comercio con EE UU, de la mano de Alan García. En los sucesos de Bagua, Perú, que suman decenas de asesinatos principalmente de campesinos e indígenas, ocurridos el pasado año a causa de la resistencia a la privatización de sus bienes comunes, apareció el Sr. de Soto recomendando sus tesis neoliberales privatizadoras.
Del mismo modo, colabora estrechamente con la fundación Gates para implantar el programa AGRA en África subsahariana, iniciativa a la que se ha sumado Monsanto para “donar a los países africanos pobres, genes tolerantes a la sequía”. En el caso español hay que constatar con gran preocupación que AVINA y Ashoka están teniendo una profunda penetración en los movimientos sociales, incluso anticapitalistas, a través de su presencia en rubros como agua, desarrollo rural, RSC y banca alternativa, entre otros.
Por eso este artículo tiene por objetivo alertar a los movimientos sociales. La tragedia del amianto irá indeleblemente asociada a Eternit, a Stephan Schmidheiny, a su fundación AVINA y a la fundación hermana Ashoka.
De Ricardo Barbieri para el Tigre Verde.